Capítulo 24: Dilema

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Reprimí un gruñido y me moví, inquieta, en mi lugar

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Reprimí un gruñido y me moví, inquieta, en mi lugar. Llevaba media hora esperando en la entrada de la escuela, media hora esperando a que Samuel apareciera y comenzaba a hartarme. Además, no me parecía divertido estar media hora en compañía de la directora y del vicedirector. Era demasiado temprano y lo que menos me apetecía era estar fingiendo, mucho menos sabiendo que, cuando Samuel por fin llegara, parte de mi máscara caería al piso. Porque él tenía muy en claro que la timidez no era mi fuerte, conocía mis contestaciones, mis reacciones ante lo que no me gustaba y no tardaría ni cinco minutos en notar que yo estaba actuando y querría saber por qué.

—¿Dijo algún horario de llegada? Sa... Mi padre suele ser muy puntual, no es normal que se tarde tanto —me atreví a decir luego de otros diez minutos.

Ambos directivos se tensaron en sus lugares. Había algo que no me estaban diciendo.

—No te preocupes, Maia, es solo que los caminos de Foirt en esta época no son idóneos, al chofer le debe estar costando llegar —excusó el vicedirector.

Fruncí el ceño, no creía que a Eric pudiera costarle llegar. Ni siquiera si el camino se había vuelto un pantano, él manejaba a la perfección la tierra, podría arreglárselas en cualquier situación.

—Además, Samuel es un hombre ocupado, tal vez le surgió un imprevisto y tuvo que atrasar su partida —siguió hablando el hombre, lo que provocó que la directora le dedicara una mirada hastiada.

No creía que fuera así. Había algo más.

Luego de unos minutos analizando la situación, recordé lo que había sucedido en mi último día en Sirden: la masacre que había visto, en realidad, el resultado de esta; la mención de Van Eik; las preguntas insistentes del consejo. Algo estaba sucediendo y no debía ser bueno. Y, conociendo a Samuel, estaba metido justo en el medio, tratando de demostrar que era tan capaz como lo había sido Jane, su madre.

Suspiré. Si mis sospechas eran ciertas, no me enteraría hasta que todo estallara, porque lo haría. No me quedaba otra opción más que esperar.

Pasados otros diez minutos, por fin vislumbré el auto de mi supuesto padre. Eric estacionó justo en frente de la perta, pero no se bajó, solo me saludó desde el interior del vehículo y yo no dudé en responderle. Samuel, por su parte, bajó solo y con un maletín en la mano. A la primera persona que saludó fue a la directora, luego al vicedirector y por último se posicionó frente a mí. Nos miramos a los ojos y asentimos como todo saludo. La escena me recordaba a una película.

—Maia.

—Samuel —respondí y él negó con su cabeza.

—Ya hablamos de eso.

—Lo sé y decidí ignorar tu petición —respondí con una pequeña sonrisa divertida.

Samuel suspiró y buscó algo en los bolsillos internos del traje. Cuando lo halló lo sujetó con fuerza y me observó.

La sombra oculta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora