Capítulo 13: Una ciudad llena de especiales

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El avión aterrizó y yo por fin pude respirar con normalidad

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El avión aterrizó y yo por fin pude respirar con normalidad. Había pasado todo el vuelo tensa, sujetada con fuerza a los reposabrazos de mi asiento. Y había odiado cada minuto desde el despegue. Esa había sido la primera vez en mi vida que me había subido en un avión y deseaba que fuera la última. No solo porque me había aterrado la idea de estar a kilómetros de distancia del suelo, sino también porque en todo el viaje me había sido imposible dejar de pensar que Jane en cualquier momento decidiría incendiar el avión y matarnos a todos. No tenía idea de que tan extremista había sido ese pensamiento, pero tampoco quería averiguarlo.

Así que, cuando me dijeron que ya podía desabrochar el cinturón bajar, no lo dudé ni un segundo, tomé la mochila donde estaba la sombra y corrí por el pasillo. Para empeorar la experiencia, ahora que las personas a mi alrededor sí hablaban, descubrí que mis oídos se habían tapado.

Avancé unos metros lejos del avión para no toparme de manera directa con Jane y observé la enorme pista de aterrizaje y las personas que estaban cerca de ella. Parecían estar esperándonos, no obstante, ninguno de ellos era Samuel. Al escuchar pasos, volteé en dirección a la pequeña escalera del avión y solté un suspiro al notar que Miles era quien bajaba.

—Vamos —indicó al llegar a mi lado.

Parpadeé confundida cuando comenzó a andar sin esperar a Eric.

—¿Y Eric? —cuestioné mientras lo alcanzaba.

—Debe regresar, no puede ingresar al lugar donde vamos —explicó Miles en un tono bajo, como si no quisiera que nadie lo escuchara.

No pregunté por qué, no tenía ánimos para hablar mucho más. Y tampoco quería que nos atrasáramos y que Jane nos alcanzara.

Mientras más nos acercábamos al grupo de personas, más me mareaba. Había algo en el aire, una sensación, que me provocaba náuseas y que hacía que el suelo se sintiera inestable bajo mis pies.

—Maia, te presento al señor Nathan Van-Eik —dijo Miles una vez que llegamos con esas personas.

El hombre que Miles señaló no era muy alto, tenía el cabello rubio oscuro y unos ojos de un azul tan intenso que casi parecía artificial. Pero era intimidante, su mirada tenía algo que te decía lo peligroso que podía llegar a ser si se enojaba. Sin embargo, eso ya no me sorprendía, parecía ser que todos los especiales tenían algo que los volvía aterradores. Y eso hacía que me preguntara si el resto de los niños me veían de la misma manera a mí.

—Mucho gusto —dije luego de que Miles me observara con intensidad—. Soy Maia Stephen —murmuré y el hombre asintió con una sonrisa pequeña y macabra formándose en sus labios.

—Lo sé, eres toda una novedad por aquí, tu padre jura que eres toda una promesa para esta organización —mencionó el hombre y con su cabeza señaló hacia unas ventanas que daban al interior de un enorme edificio, allí había dos niños observándonos con curiosidad. Uno de ellos era igual de rubio que el hombre, el otro tenía el cabello castaño, casi negro—. Pero tienes competencia, mi hijo, Allen, también es una de las promesas de esta generación —presumió como si yo comprendiera de lo que hablaba.

La sombra oculta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora