Capítulo 32: Entrenamiento privado

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Dejé ir el aire despacio y centré mi mirada en Silas

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Dejé ir el aire despacio y centré mi mirada en Silas. Él estaba sentado en mi escritorio, leyendo uno de los libros que me habían regalado Logan y Allen. Estaba muy concentrado en la lectura y yo estaba aburrida, demasiado. Ya me había leído los libros, ya había acabado la tarea que tenía pendiente, había estudiado para mis exámenes y me sobraba tiempo y energía, algo extremadamente raro para mí.

Además, hacía demasiado tiempo que no tenía un entrenamiento real. Los de Simmer no contaban, porque no preparaba nada de estrategia, y los de Miller tampoco, porque no eran del nivel que yo necesitaba. Extrañaba practicar con la sombra, extrañaba que él me enseñara técnicas nuevas. Pero, desde que le habíamos tendido la trampa a Oliver, hacía poco más de una semana, nunca tenía tiempo libre a solas. En los únicos momentos que no debía hacer algo, Silas venía a mi habitación y hablábamos, o leíamos o simplemente veíamos Netflix. Pasábamos demasiado tiempo juntos y eso impedía que la sombra pudiera darme lecciones de cómo utilizar mis habilidades, porque, para cuando él se iba, yo ya estaba demasiado cansada como para entrenar.

—Silas —lo llamé y fijé mis ojos en el rincón donde las sombras estaban más concentradas.

Los ojos amarillos de la sombra aparecieron por un segundo y luego se esfumaron.

—¿Qué pasa? —cuestionó el pelirrojo y fijó sus ojos en el mismo lugar que yo.

—¿Qué te parece si salimos un rato? —sugerí.

Necesitaba aire con urgencia. Debía salir de esa escuela y utilizar mis habilidades de verdad, no importaba si debía contenerme un poco por la presencia del chico frente a mí.

—¿A dónde?

—¿Confías en mí?

—Estoy seguro de que esa fue la línea de uno de los personajes de la película que vimos el otro día, la decía justo antes de llevar al bosque a su amigo y matarlo —rememoró con sus ojos entrecerrados.

Rodé mis ojos y me levanté de la cama. Busqué en mi armario la campera del equipo y me la coloqué. Luego me acerqué a la ventana y la abrí con ayuda de la sombra, que había llenado de oscuridad al artefacto que funcionaba como mecanismo de vigilancia.

—¿A dónde iremos, Maia? —insistió el chico cuando terminó de salir.

Lo ignoré y comencé a caminar en dirección al descampado que había visitado algunas veces para entrenar.

—A un lugar alejado —respondí luego de unos minutos, cuando ya estábamos los suficientemente lejos de la escuela.

—Y, ¿qué haremos allí que no podemos hacer en la escuela?

—Entrenar.

—Eso lo hacemos todos los días —replicó con obviedad.

—¿Podrías solo esperar a que lleguemos allí antes de volver a preguntar? —inquirí, irritada.

La sombra oculta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora