Capítulo 4: El canal

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Mi padre se levantó de la mesa con el celular en la mano, se veía molesto

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Mi padre se levantó de la mesa con el celular en la mano, se veía molesto. Y yo sabía por qué. Aún no lograba solucionar los problemas en mi escuela. No entendía cómo lo haría, cómo explicaría a unas personas no especiales el hecho de que yo había dejado muda a toda la clase por un par de minutos.

La verdad era que no quería saberlo, mi intuición me decía que la respuesta podía llegar a ser aterradora.

—Hoy no vas a ir a la escuela —me avisó luego de unos minutos discutiendo por teléfono—. Termina de desayunar y cámbiate para poder comenzar con el entrenamiento —expresó antes de salir del comedor.

De repente, todo mi apetito desapareció. Había creído que ya no iba a tener que entrenar, que mi padre dejaría de insistir al respecto. Negué con la cabeza, molesta, y empujé mi plato con tostadas lejos. No iba a ir a ese entrenamiento. No. Eso no sucedería. Jamás.

Me bajé de la silla y observé a mi alrededor. Podía sentir a la sombra cerca, hacía demasiado frío en el cuarto. Suspiré y comencé a caminar, la sombra ya me alcanzaría cuando lo creyera conveniente. Salí del comedor por la misma puerta que mi padre, pero, contrario a lo que él me había indicado, no tomé el camino hacia mi cuarto. En su lugar, doblé hacia el pasillo de la derecha y lo recorrí hasta el final. Cuando llegué frente a la enorme puerta negra, dudé. Nunca antes había ingresado en esa habitación, no sabía lo que me podía encontrar. Y saber lo que me esperaba siempre era importante, porque, de no saberlo, no tenía posibilidades de escapar.

—No hay peligro —me avisó la sombra desde todas partes.

No se había materializado, así que su voz provenía de cada rincón oscuro del pasillo.

—¿Qué hay del otro lado? —cuestioné con mis ojos fijos sobre el picaporte.

—Esto debes averiguarlo tú —respondió el ser.

Suspiré. Si la sombra decía que no había peligro, es porque no lo había.

Bajé el picaporte despacio, asegurándome de no hacer ruido, e ingresé en el cuarto sin siquiera prender la luz. Una vez que cerré la puerta a mis espaldas, forcé mi vista para ver en la oscuridad. Con el paso de los segundos, las siluetas de los muebles se tornaron más claras y mi visión se acostumbró a la oscuridad. El cuarto parecía una oficina, como las de la televisión, pero abandonada. Todo estaba cubierto con sabanas delgadas. Había un escritorio, una enorme silla, un sofá, estanterías en cada una de las paredes y una lámpara.

—¿Por qué está este cuarto aquí si nadie lo usa? —le pregunté a la sombra con la esperanza de que conociera la respuesta.

—No lo sé, niña bonita, pero intuyo que es porque a las personas les gusta conservar las cosas por nostalgia, por el vago pensamiento de que la vida, en algún momento, podrá volver a sentirse tan simple como en esos recuerdos irreales, glorificados —susurró el ser y se proyectó a mi lado.

La sombra oculta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora