Capítulo 14: La demanda de tutela

97 21 0
                                    

Mientras que los adultos no paraban de elogiar los logros de Samuel conmigo, yo me tomé esos minutos para recuperar un poco de mis fuerzas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mientras que los adultos no paraban de elogiar los logros de Samuel conmigo, yo me tomé esos minutos para recuperar un poco de mis fuerzas. Pero era inútil, con cada segundo que pasaba yo me sentía peor. Quería irme de allí, regresar a mi casa, descansar. O simplemente huir. Ya no importaba si debía volver a pasar hambre, si pasaba frío, si no tenía un lugar seguro y cómodo para dormir. Ya lo había hecho una vez, podría hacerlo devuelta. Además, todo se veía mejor que ser un... ¿cómo le decían en las películas? Sí, un conejillo de indias. No quería volver a ser el experimento de todas esas personas, no quería que me siguieran viendo como una inversión, no quería que me presionaran tanto para utilizar mis habilidades. Quería que dejaran de verme como una meta y comenzaran a verme como lo que era, una persona, una niña, alguien que era tan capaz de romperse y fallar como el resto.

Respiré hondo una vez más y mantuve mis ojos sobre los de la sombra. Saber que él estaba allí me daba algo de tranquilidad, así como había retenido mi explosión minutos atrás, podría sacarme de allí si era necesario. Estaba segura de que podía confiar en él, a pesar de que él también me veía como un punto a su favor, que también me veía como un medio para un fin. Por lo menos la sombra se preocupaba por mí e intentaba ayudarme. Y eso era lo único a lo que me podía aferrar, a esa pequeña muestra de compasión. Porque necesitaba aferrarme a algo para no hundirme, para no rendirme y dejarme llevar por esa marea de emociones que parecía querer consumirme.

Elevé mi cabeza al escuchar unos pasos acercarse a mi posición. Era Jane. Al verla tan cerca, gateé unos pasos más lejos, me senté, casi debajo de la mesa, y abracé mis rodillas. No tenía que analizar mucho lo que estaba sucediendo para saber que no nos iríamos pronto de allí. Mis ojos se quedaron fijos sobre la figura altiva de la mujer que debería ser mi abuela. Luego se desplazaron hacia Samuel y descubrí que él también la estaba observando. Y se veía preocupado. Volvía a mirar a Jane, en su rostro estaba formada esa sonrisa cruel, despiadada y llena de promesas que no iban dirigidas a mí. Tenía planeado algo. Ya ni siquiera intentaba disimularlo. Y Samuel parecía haberle facilitado todo, su rostro arrogante y lleno de satisfacción lo decía.

—Me alegra que hayan visto el progreso que tuvo la niña, me esforcé mucho en que sus entrenamientos fueran fructíferos —se jactó y los hombres y mujeres guardaron silencio.

Como me encontraba casi debajo de la mesa, solo podía observar los rostros de unos pocos que estaban compartiendo miradas, como si de alguna manera con sus ojos pudieran conversar.

—¿Tú la entrenaste, Jane? Creímos que Samuel lo había hecho, él fue quien la adoptó —preguntó lo obvio uno de los señores.

—Sí, fui yo quien la entrenó —afirmó con una sonrisa. Pude ver que sus ojos rutilaron con fastidio, la misma emoción que reflejaban cuando me hablaba a mí—. Cuando llegué a casa de mi hijo descubrí que no estaba recurriendo a los entrenamientos adecuados, la niña apenas podía encender una pequeña llama en sus manos —anunció y los ceños de las personas que estaban visible se fruncieron—. Así que yo tomé el control de sus entrenamientos, utilicé los recursos necesarios, y en un par de semanas obtuve un avance mayor del que mi hijo consiguió en meses.

La sombra oculta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora