Capítulo 10: La mujer malvada

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Jane era cruel y despiadada

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Jane era cruel y despiadada. Lo tenía muy claro. Y yo no le agradaba, lo que empeoraba mi situación. Desde que habían comenzado las vacaciones, ella me obligaba a levantarme temprano por la mañana, apenas me dejaba desayunar y luego me llevaba a entrenar. Después de un agotador entrenamiento, me permitía almorzar y descansar mientras que hacía que me impartieran lecciones aburridas e incoherentes sobre modales y etiqueta, donde se la pasaban retándome porque no estaba todo el día con la espalda recta, porque bostezaba sin taparme, porque hacía muchas preguntas, porque me refunfuñaba en voz baja, porque me distraía y muchas otras razones más.

Pero, si era sincera, por muy odiosas que fueran esas clases, las prefería mil veces antes que tener que entrenar incluso más de lo que ya lo hacía. Porque, después de esas lecciones, venía otro entrenamiento, más duro que el de la mañana, que me dejaba exhausta. Por la noche regresaba tan cansada a mi cuarto que a duras penas podía intercambiar más de tres palabras con la sombra antes de caer dormida.

Desde que Janes había llegado hacía una semana y media que no tenía tiempo para hablar con mis amigos, para pasar tiempo con la sombra o para siquiera sentarme a leer por unos minutos.

¡Ni siquiera tenía oportunidad de hablar con Samuel! Las pocas veces que él tenía permitido estar en los entrenamientos, Jane le prohibía hablar o expresar su opinión de cualquier manera. En una ocasión lo había echado del lugar porque había observado todo con el ceño demasiado fruncido y, según Jane, eso me inspiraría rebeldía, porque dejaría de responder a su autoridad al ver que mi supuesto padre no estaba de acuerdo con lo que sucedía.

Con cada entrenamiento que pasaba, mis habilidades reaccionaban menos. Nunca tenía oportunidad de defenderme, me pasaba todo el entrenamiento esquivando llamaradas y bolas de agua helada. Cuando creía que tenía una oportunidad de devolver el ataque, mis habilidades fallaban o eran demasiado débiles. Yo sabía que eso no era bueno, no podía serlo. Pero ni Jane ni el entrenador parecían notarlo.

Y la sombra estaba molesto. Mucho. Las pocas noches que lograba mantenerme despierta por más de cinco minutos, él se encargaba de revisar el estado de mis habilidades. Me había dicho que mi canal estaba disminuyendo su tamaño, que se estaba resintiendo ante el esfuerzo que me estaban obligando a ejercer.

Suspiré e intenté dejar de pensar en todo el caos que reinaba mi vida. Me quedaban pocos minutos para llegar al lugar de entrenamiento y ponerme de malhumor solo empeoraría la situación. Despegué mi vista de la ventana y la trasladé hacia Samuel. Sus ojos claros iban del celular a mí, una y otra vez. Aburrida, regresé mi mirada a la ventana y me centré en mi reflejo, si bien no me veía tan mal como cuando me habían adoptado, bastante de mi mejoría se había reducido desde que Jane había llegado. Mi pelo negro volvía a verse maltratado, mis ojos grises estaban una vez más apagados, pareciendo los de un muerto, mi rostro estaba retomando su tono pálido y mis ojeras eran enormes, casi tan grandes como las que tenía cuando vivía en la calle. Y aún con todos esos cambios evidentes, Jane no parecía estar planeado alivianar mis horarios.

La sombra oculta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora