Capítulo 32: Culpable

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—Pero él no está muerto. Lo vi hace una hora…

            —Por eso mismo se le acusa, chica. Fuiste la última que lo vio vivo.

            Una sonrisa asoma por los labios del guardián de la derecha, escondido detrás de la espalda de quien da el aviso. El otro también luce satisfecho.

             —Pero eso no significa nada. No hay forma de que yo pude matarlo, ¡estuve aquí todo este tiempo! Las lexies están de testigos.

            El guardián mayor me mira fríamente.

            —No alces la voz delante de nuestras señoras. Menos aseguras de forma tan descarada…

            Una voz tenebrosa lo interrumpe sin vergüenza.

            —Dos almas unidas, pero tan lejanas al mismo tiempo. Trabajan en distintos momentos, pero siempre con un mismo pensamiento. Como un nudo que no se puede romper.

            —No entiendo, ¿se refiere a Sademira y a mí?

            La mujer vestida de negro sonríe.

            —Ya lo sabes.

            El guardián está impaciente.

            —Cassandra Valverde, tengo que llevarla justo ahora para con los Señores.

            —Pero…

            —Es una orden.

            Cabizbaja, sigo a los traidores con aire derrotado. Los dos guardianes burlones tratan de tomarme por los brazos, para dar más imagen de prisionera, según me parece, pero me niego y camino pisándole los talones al guardián líder.

            La puerta del cuarto de las lexies se cierra detrás de nosotros, y aun así ellas no preocupadas por lo que sucede. Pero yo sí, estoy aterrorizada por lo que pasará una vez que me hagan un juicio; y sobre todo molesta, porque estaba tan cerca de encontrar una manera de liberarme de todo  lo que tuviera que ver con criaturas demoníacas.

            Tal vez me encierren en una celda, cerca de Carter, pero así no encontraría otros medios de información para mi liberación y ni serviría de nada mis esfuerzos, por más que la idea de soledad apacible me agrade.     

            Me preparo para la sala de juicio, con su tribunal y todo, pero me quedo sorprendida cuando en vez de entrar por las puertas altas e imponentes que conducen al juicio, me encuentro en una sala pequeña, más chica que mi habitación, y con solo una mesa de madera en el centro con otras sillas rodeándola. En el cuarto hay muy pocas personas, sólo Zacarías, Dakota y otro guardián llamado Damtra. Los tres lucen amenazantes con sus ropas de lucha y su mirada fría y sin compasión.

            El guardián mayor me deja delante de la mesa, donde los presentes se dan la vuelta para observarme, y sale del cuarto acompañado de sus dos perritos falderos. No sé quiénes son, pero no me agradan.

            —Siéntate aquí, Cass— ordena Zacarías con voz indiferente. Me siento en la silla que señaló, una cuadrada delante de él y Dakota. Damtra se encuentra en la silla continua.

            Dakota espera unos segundos para comenzar:

            —Bueno niña, contesta, ¿por qué mataste a Jan?

            —¡Pero yo no lo hice! —exclamo ofendida.

            Esta vez es Damtra en que habla:

Princesa de las Tinieblas (Herederos del Infierno #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora