Capítulo 25: Entrenamiento

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—Levántate, debilucha. Vamos de nuevo—me ordena Qito, mi nuevo entrenador personal.

            Es un chico de unos diecisiete, delgado y alto, pero bronceado de la piel con facciones toscas. Es guapo, pero muy exigente y agresivo. Ya es la tercera vez que me tira al suelo de un simple golpe y eso que apenas estamos empezando con el entrenamiento en la sala de armas del otro día. Está vació, salvo por la presencia de Qito y de mí en el centro del cuarto.

            —Espera, déjame descansar un poco—le pido, aún con el rostro descansando sobre el suelo. Creo que tengo la mejilla tan roja de tanto estamparla contra el piso helado.

            —Exagerada, esto no es nada. ¿Antes no me habías dicho que eras gimnasta? —dice Qito al tiempo en que me levanta de un sopetón por los brazos. Termino por incorporarme con una mueca derrotada.

            —Eso fue hace años. He perdido la elasticidad desde hace mucho tiempo, además anoche no pude dormir bien—me excuso. Y digo la verdad.

            Qito me da una palmada alentadora en el brazo.

            —Supe de eso—comenta—. Sademira pidió su lugar, ¿cierto?

            —¿De qué hablas? —pregunto confundida.

            El chico me da una sonrisa.

            —Me dijo Tara que anoche la bestia tomó tu cuerpo. Al parecer no lo tomaste demasiado bien.

            Lo miro con desconfianza. No me agrada nada que Tara haya dicho a otros lo que sucedió anoche. Eso es algo mío y sólo mío.

            También mío.

            —¿Dijo eso a todos o sólo a ti?

            —Creo que sólo a mí. La verdad es que no es tan importante, sería un caso normal—dice con simpleza. Se remanga más las mangas de la camisa y se pone en decisión de combate. Lo imito con cansancio.

            —¿Son normales las posesiones aquí? —cuestiono.

            —En tu caso sí. Es lo que debería de ser, ¿no?

            Sé que no lo hizo con mala intención, pero su comentario me molesta. ¿Debería de ser poseída? Claro que no. Dejo mi posición de combate y lo miro entre enfadada y confundida.

            —Pero van a separarme de Sademira, ¿no es cierto? Ese es el plan.

            Qito suelta una carcajada.

            —No. No sé cuál sea el plan, pero sin duda no es separar a la bruja de ti. Es ilógico.

            Decido no decir nada más, para no alterarme, pero la verdad es que me enojo. Y mucho. Vine aquí por una solución, una libertad, y el hecho de que se nieguen a dármela me repele. Ya sufrí de decepciones con  los cazadores, no deseo sufrirlas de nuevo con los traidores.

            Después de esa conversación, participo más en el combate. Creo que porque me hierve la sangre y siento ganas de golpear duramente a alguien. Qito me enseña algunos trucos para desestabilizar al oponente, además de algunas técnicas de ataque y defensa.

            Luego de algunas demostraciones más, procedemos con el combate general.

            Preparo mis manos cerca de mi rostro, pero todavía a la altura de mi pecho para cubrirme. Qito hace lo mismo y es el primero en dar el primer ataque. Empieza con una patada cerca de mi cintura, que esquivo a duras penas al dar un movimiento brusco a mi izquierda, luego yo regreso lanzándome contra él. Doy una patada a su muslo y, mientras duda por un segundo, aprovecho para dar un golpe a su rostro.

Princesa de las Tinieblas (Herederos del Infierno #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora