Capítulo 16: Tortura

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Lyla me visita horas después, casi al atardecer, cuando el sol deja de notarse en toda su plenitud. Actúo como si no la esperara, pero la verdad es que lo hago. Lyla es la forma más rápida de salir de mi prisión aunque sea unos minutos.

            —Buenas tardes—saluda mi amiga, entrando en la habitación con una pequeña bolsa blanca y llena, y vestida con la misma ropa de la mañana, aunque añade a su atuendo claro un abrigo rojo y largo.

            —Buenas tardes. —Espero sentada en el borde de mi cama a que termine de sacar sus cosas en la mesa, y, cuando lo hace, me apresuro a mostrarme animada—. Y, ¿qué has hecho desde que te vi a mediodía?

            No se me pudo ocurrir algo mejor. Lyla me observa con el ceño ligeramente fruncido.

            —Normal, supongo. Los líderes nunca dicen lo que sucede y los demás cazadores no están especialmente comunicados.

            —¿No eres amiga de nadie aquí? —pregunto, cada vez más interesada.

            Lyla me sonríe con lástima.

            —Los cazadores no son amigos, Cassie, son eso, cazadores. Aquí no esperes ver fiestas ni actividades sociales, ni siquiera a dos personas hablarse más de dos minutos. Sólo somos compañeros de trabajo, no más.

            —Pero Carter y Vin son amigos—digo, sin estar del todo convencida. Lyla suelta una carcajada.

            —Esos dos son los más hipócritas que conozco. Juntos, se tratan de maravilla, pero una vez que los tratas por separado te das cuenta de lo mal que se llevan. —A mí no me pareció que se odiaran, menos cuando hablé con cada uno. Ante mi mirada confusa, Lyla contesta—: Es como una competencia. Como son los cazadores más jóvenes de aquí, siempre están compitiendo por quién caza más, quién es el mejoren engañar y en todas las técnicas de caza. Es muy molesto, de hecho.

            Sabía que los chicos no se llevaban especialmente bien, pero no sabía que de una forma más elevada. Pero lo que me extraña es otra cosa.

            —¿No hay cazadores menores de quince años aquí?

            Lyla vierte un líquido amarillento en un vaso desechable que toma de su mochila, y me lo ofrece con mano enguantada. Bebo mientras responde.

            —Es orina de larva—dice ante mi expresión de asco. No pudo darme peor  bebida. Trato de escupirla, pero Lyla me detiene poniendo su mano en boca, evitando que suelte todo—. Es necesario, ayuda a que sea más fácil identificarte. —Rueda los ojos cuando arqueo las cejas—. Permite a que lo malo salga y de esa forma podamos limpiar desde dentro. En fin, respondiendo a tu pregunta, no, no hay niños cazadores en esta guarida. En ninguna, de hecho. La ley dice que aquel nacido de un cazador que no tenga la Marca de la Vida no tiene derecho de vivir.

            —¿Estás diciendo que matan a los bebés que por una u otra razón no tienen una estúpida marca de nacimiento peculiar?

            —Exactamente.

            —¡Eso es una mierda! Es antiético, antimoral e inhumano—espeto, sin importarme gritar. La verdad es que debería de estar haciendo otras cosas en vez de discutir.

            Lyla se encoge de hombros.

            —No me dejan opinar, menos de algo tan importante. —El hecho de que actúe como si fuera algo cotidiano, como si hablar de la muerte de muchos bebés inocentes no importara me hace enojar.

Princesa de las Tinieblas (Herederos del Infierno #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora