Capítulo 18: Conjuro

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Apenas he hablado con Lyla desde que salimos de la habitación a oscuras. Las únicas palabras que me hemos intercambiado fue cuando me ofreció una blusa que lleva en caso de emergencia en su bolsa médica y personal. No me quejo mucho del estilo de la prenda, pero no estoy especialmente contenta con el escote exagerado que lleva. No tengo muchos atributos que presumir.

            Llegamos rápido al área de túneles debajo de la sede principal.  Me encamino enseguida por el derecho, y Lyla me sigue pisándome los talones.  Por un segundo dudé de si ir al pasillo izquierdo, pero en seguida recordé en qué dirección era en la que entraba al área cuando me regresé a por Lyla. Lo cual es bueno porque tal vez hubiera entrado a otra cámara de tortura.

            Estos cazadores sí que son sádicos.

            Lyla observa con curiosidad las paredes que conforman el túnel, y frunce los labios cuando nos encontramos a unos metros de la habitación de tortura de Vin.

            —Este lugar se me hace conocido. Creo que he estado antes aquí.

            —¿Los campos de tortura no son la visita principal de los cazadores?

            Si Lyla nota mi burla, no lo demuestra.

            —Sabía que existían estas cámaras, pero pensé que nunca las había visitado. Creo que recuerdo haber pasado por estos pasillos antes—dice sacudiendo la cabeza. Mira con añoranza los rasguños y bultos que adornan las paredes de cemento, y las acaricia con los dedos. Me inquieta.

            No decimos nada hasta que llegamos a la entrada de la habitación amarilla. Abro con lentitud la puerta, deteniéndome a mirar poco a poco el interior, quizá temiendo que Kali haya hecho caso omiso de lo que le dije y hubiera apuñalado a Vin por la espalda. Literalmente.

            Pero Vin está como lo había dejado hacía media hora, descansando sobre el suelo, desnudo; y Kali se encuentra a varios metros de él, aun quieta sentada en el asiento de madera. Suspiro de alivio y entro a paso rápido en la habitación, hincándome a un lado de Vin. Paso una mano por su mejilla. Húmeda. Ha estado llorando.

            Incito a Lyla a acercarse con la mirada, y espero a que cierre la puerta y se deje caer al otro lado de Vin. Lyla corre un mechón de cabello rubio detrás de su oreja, sin perder la mirada de la herida punzante en la espalda del chico. Se muerde con inquietud el labio inferior.

            —Agua del Río de la Muerte.

            —¿Qué?

            —La herida. Tiene agua cristalina del Río de la Muerte, por eso no ha sanado todavía—me explica, inspeccionando más de cerca el brote de sangre y carne de la espalda de Vin. Éste gime de dolor.

            —¿Por qué lo hace? ¿Qué tiene esa agua que le impide sanarse?

            Lyla mira de reojo a Kali, quién nos mira interesada, antes de decir:

            —Pensamientos de Lucifer. Sólo la oscuridad en su estado más puro puede revertir el poder de los demonios, incluyendo sus dones de sanación. Por eso Vin no logra regenerarse, su cuerpo está combatiendo contra las tinieblas del Señor.

            —Eso es grotesco.

            —¿Y de dónde viene esa agua, Lyla? —pregunta Kali cruzada de brazos. No mira con curiosidad, sino con una sonrisa, como sabiendo la respuesta pero aun así preguntando para volver oírla—¿Sabes dónde está el Río de la Muerte?

Princesa de las Tinieblas (Herederos del Infierno #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora