Papá está realmente preocupado, y no para de preguntar qué fue lo que me pasó y porqué, cuando entró a la habitación, me encontró en el suelo, con mis manos sobre mi cabeza, y con una mirada perturbada. No sé si sea buena idea contarle la verdad, que lo que todos temían apenas había comenzado. Pero no puedo mentirle, no a él.
—Me ha hablado.
Es lo único que digo que sirve para que mamá colapse. Primero mis padres se quedan quietos, sentados en el sofá de la sala con cara impresionada. Luego mamá sale de la habitación con sus manos cubriendo su rostro, y papá se encoge y agacha la cabeza para esconder las lágrimas que corren por sus mejillas.
El hecho de que "ella" tenga la capacidad para comunicarse conmigo es demasiado. Kali se ha mantenido callada, sabe que lo mejor es dar espacio. Y lo agradezco, porque justo ahora no quiero hablar.
Nunca quieres hablar.
Hago una mueca y paso mis manos por mi cabeza, como si eso de alguna forma detuviera su voz dentro de mi mente.
—¿Estás bien, cariño? —pregunta papá preocupado. Ha dejado de llorar y se ha arrodillado frente a mí.
—Sí, papá. Sólo tuve un pequeño dolor.
—Encontraremos la forma de sacarla —dice papá esperanzado, mientras me toma de las manos—: No tendrás que cargar con ella nunca más.
Buena suerte, papi.
Lo único que hago es apretar los dientes. Papá ha estado buscando la forma de liberarme por seis años. He tratado con diferentes sacerdotes del país, pero ninguno ha hallado la forma de sacarla. Es como si el mundo no quisiera que ella saliera. Quizá la única forma de ayudar al mundo es manteniéndola encerrada en mi interior. Como si yo fuera un recipiente que tenga que cargar con ella toda la vida.
Sigo sin entender porque tengo que ser yo la que cargue con ella. Cuando mis padres se dieron cuenta que estaba dentro de mí, fue cuando tenía diez años, durante mi primer cambio. La primera vez, no me tomó del todo. Fue hace un dos años y medio que cambié por completo.
Recuerdo que papá se aterrorizó tanto que casi se orina en los pantalones. Yo también lo hubiera hecho si hubiera permanecido en mis pantalones. Fue tan repentino que mamá ni si quiera tuvo tiempo de reaccionar. A papá se le dificultó encerrarme en el sótano, ya que ella comenzó a arañarlo, además de que lanzaba palabrerías en otro idioma que hizo que los muebles comenzarán a levantarse de sus lugares y la casa temblara.
En ese momento lo único que yo pude hacer fue observar desde mi mente, completamente encerrada e inservible. Cuando volví en mí, estaba tan perturbada que no comí por días. Ahora he aprendido a sobrellevarlo, y me preparo para mi cambio que es algunas veces por mes. Ya no es tan doloroso como antes, pero cuesta acostumbrarse a algo como eso.
—Cassie, promete por favor que buscarás la forma de bloquearla —ruega mi padre. Nunca lo he visto tan asustado. Su rostro se ha transformado. Las arrugas de la edad se hacen más notorias y su mirada aterrorizada no hace más que odiarme. Por mi culpa se ha puesto así, quizá si hubiera mentido ahora estaría más calmado—. Promételo.
—Lo prometo.
A muchos les parecería estúpido tanto drama solo porque puedo comunicarme con mi cambiante, pero si lo miran bien, es realmente serio. Escucharla es un paso más para que me tome por completo. Ahora hablo con ella, y mañana cambiamos de papel.
Justo como eso.
Papá, al darse fijarse bien en mis ojos cansados, mi piel pálida y he hecho más que arruinarlo.
ESTÁS LEYENDO
Princesa de las Tinieblas (Herederos del Infierno #1)
ParanormalCada persona tiene su oscuridad interior, pero... ¿Qué pasaría si fuera más literal? Cassie Valverde ha pasado gran parte de su vida conteniendo una oscura entidad que intenta salir, alguien que se ha unido a ella de una manera que nunca creyó posib...