Capítulo 17: Desconfianza

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—Duele…duele.

            Sujeto a Vin por los hombros, tratando de recostarlo bocabajo en mis muslos con mis sangrantes brazos. Estoy temblando, pero intento mantener a Vin quieto sobre mí, al mismo tiempo que tomo su rostro y lo obligo a ponerse de perfil y mirarme.

            Lleva su cara empapada y roja por las lágrimas, además le castañean los dientes y aprieta los ojos, como si le lastimara sentir luz en su rostro.

            —Mírame, Vin. Vincent. —Vuelvo a alzar su rostro, mientras con los dedos limpio las gotas de sangre en su frente.

            El chico trata de levantarse, removiéndose incómodo en mis piernas. El sudor en su cuerpo, además de la luz amarilla impactando con él le da a su piel un tono más oscuro. No me gusta cómo luce la sangre ahí.

            —Estoy desnudo—musita con lentitud.

            —Lo sé.

            —No me mires.

            —No lo haré—lo tranquilizo. Acaricio su pelo con mis dedos, mientras que con mi otra mano sujeto su nuca con suavidad, evitando así que haga un brusco movimiento.

            No sé nada de medicina, así que no tengo idea de qué hacer con una herida tan profunda. Lentamente, toco con la punta de mis dedos la piel desgarrada de Vin, sintiendo sólo el principio de la sangre acumulada en la herida, pero Vin de inmediato reacciona e intenta incorporarse. Lo aprisiono de nuevo con mis brazos, y le susurro una melodía abriendo apenas los labios.

            Sé que lo estoy tratando como si fuera un perro, pero no sé qué más hacer para calmarlo. Vin se acurruca contra mí, escondiendo su rostro cerca de mi cintura. Quizá se esté ensuciando de mi sangre también, ya que estoy empapada del líquido rojo carmesí en mi pecho, estómago y hombros, pero curiosamente no siento mucho dolor.

            Duele, pero no tanto como lo que seguro siente Vin. Tal vez la sangre de salamandra si ayuda a acelerar la curación. Vin suelta un quejido cuando me acomodo para estirar las piernas.

            —Tranquilo, pasará pronto. Ya estás empezando a curarte. —La verdad es que no lo hace, pero tal vez un poco de esperanza ayudará a que se sane.

            —No sucederá—dice alguien a unos metros de nosotros. Kali se encuentra sentada en uno de los asientos de madera de las paredes. Me observa indiferente, con las manos descansando sobre sus piernas pero aun así su postura rígida y el rostro hinchado delatan sus verdaderas emociones.

            —¿Por qué lo dices? —inquiero, tratando de no titubear.

            —La esfera lleva una sustancia especial que hace que la recuperación sea mucho más lenta de lo normal—responde Kali.

            —¿Entonces por qué yo ya me he sanado?

            Vin se remueve de nuevo en mis piernas, pero sujeto su nuca con más fuerza y lo tomo por las caderas para sostenerlo. De inmediato de queda quieto. Kali permanece imperturbable.

        —No me corresponde a mí decirlo.

        —¿Entonces a quién? —exijo alzando la voz. Creo que la situación me está sobrecalentando.

        —Nadie puede decir más de lo que se debería. Si lo hacemos los líderes nos matan.

        —¿Eso es lo que le pasó a Vin? ¿Dijo algo que no debería?

Princesa de las Tinieblas (Herederos del Infierno #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora