Capítulo 27

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Giana.

Recuerdo que Carlos se volvió diferente conmigo en cuanto dí a luz.
Mi hermano me cuidó y dejó que me quedara en su mansión mientras me recuperaba. No le conté nada de lo que ví porque mi hijo merecía tener un papá sólo que no sabia si dejarlo o continuar con él.

Cuando mi hijo cumplió 2 meses lo dejé con su papá mientras yo iba a la picina. En ese tiempo me sentía cansada por despertarme a cada rato en las noches y creí que meterme un rato al agua sería relajante pero no, a Faustino se le ocurrió llegar.

-Tener un hijo te favoreció -me dijo Faustino antes de saludarme con un beso en la mejilla.

-Hola... -fué lo único que pude decir.

Desde que él llegó, Carlos se puso más serio conmigo y no entiendo por qué si fué él quien me engañó.

-¿En dónde está mi hijo? -preguntó Faustino.

-¿Tu hijo? -levanté una ceja y lo miré raro-. Tu no tienes hijos.

-Alonso es como mi hijo, lo amo tanto.

-Pero no es tuyo...

Apenas si dije eso cuando ví que se metió a la picina conmigo. Me agarró el rostro y besó mis labios. De inmediato traté de quitarme pero él tenía más fuerza.

-¡Idiota! -le dí una bofetada cuando logré safarme de él.

-Dí que Alonso es mi hijo o le diré a Carlos que me besaste -me amenazó burlándose.

-Estás loco, no sé de qué manicomio saliste.

-Ah... -volvió a besarme pero ésta vez mordió mi labio con fuerza.

Le dí bofetadas, lo rasguñé e incluso quise darle una patada en su interior porque la mordida me estaba haciendo llorar, ya no sentía mi labio.

-Dí que Alonso es mi hijo... -dijo sin soltar mi labio.

-¡Lo haré! -grité en súplica.

Me soltó y sentí un bendito alivio pero la sangre de mi labio comenzó a gotear en la picina.

-¿Y bien? -preguntó cruzándose de brazos.

-No lo diré -respondí tratando de hacerle masaje a mi labio.

-¿Quieres otra mordida? -se acercó nuevamente.

Negué con la cabeza antes de hablar.

-Alonso es tu hijo...

-Mi bebé tiene hambre... -dijo Carlos al mismo tiempo que yo hablé y se detuvo al vernos.

Me sentí la peor mujer del mundo, todo en mí se derrumbaba y empecé a llorar más.

-¿Qué acabas de decir...? -preguntó Carlos mientras los ojos se le empañaban de lágrimas.

-Nada... Nada... -susurré con miedo.

De reojo ví que Faustino se reía y después se salió de la picina.

-Te lo dije, hermanito -le dijo dándole palmadas en el hombro-. Esa zorra fué capás de engañarte con tu propio hermano y si me disculpas, tengo que ir con mi hijo.

Al día siguiente, cuando desperté, fuí a la cuna de mi bebé y me llevé la estúpida sorpresa de que ya no estaba.

Supuse que Carlos se lo llevó al jardín asi que iba a salirme pero logré ver una carta en la orilla de la cuna. La desdoblé y comencé a leerla:

Mafia vs Mafia (Completa ✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora