7. Ambrosía

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"El remedio para librarse de la tentación es: sucumbir a ella. Si resistís vuestra alma enfermara de deseo" Oscar Wilde

Mientras me dirigía al restaurante no podía evitar estar nervioso y ansioso por verlo, ya que llevaba desde a noche pensando en que hacer y decir cuando nos encontraremos. Para así no cometer los mismos errores de ayer, e intentar aprovechar el tiempo al máximo con él. Al llegar al restaurante intenté captar su olor en el ambiente mientras seguía a la metre hasta una mesa, pero no tuve éxito en mi labor. Imagino que por los diferentes olores de comidas y personas.

 - Ahora mismo le atenderá un camarero – dijo la metre al llevarme hasta la mesa.

- Me gustaría que lo hiciese Gael – respondí sin mirarla mientras me sentaba – y si está ocupado, puedo esperar el tiempo que sea – aclare levantando la mirada para verla y pude ver como la sorprendía mi petición.

- Claro señor, si no está ocupado vendrá atenderle – contesto la mujer para luego marcharse.

Mientras esperaba a que este apréciese, no podía evitar sonreír nervioso al saber que por fin lo vería. Estaba emocionado por verlo y no como sabía contener toda esa emoción cuando lo viese. Estaba seguro de que Gael no sentiría lo mismo cuando me viese, por el modo que ha estado evitando quedar conmigo, o por la forma en cómo se marchó el día anterior. Aunque también me di cuenta de que no le no soy indiferente, ya que ayer por un leve momento pude ver atreves de ese semblante misterioso e impasible, el deseo en sus ojos. Ya que no es la primera vez que veo esa clase de mirada dirigidas a mí por un hombre, pero mi falta de interés sobre ellos hacía que me diesen igual, mientras no me molestasen. En el caso de Gael es todo lo contrario, ya que cuando vi esa clase de mirada sentí una ferviente necesidad de arrebatarle un beso de sus labios, aunque me costase un golpe de este; por pasarme de atrevido. También estaba la posibilidad de que todo fuese una invención mía, víctima de la ferviente obsesión que tenía por él. Siendo esta lo más posible. Ya que desde que lo vi no he parado de pensar en él, obnubilado por el recuerdo de su belleza; como si este fuese la mejor obra creada por el universo y a mí se me hubiese dado la gracia de por poder contemplarlo. No sabía porque tenía esta maraña de sentimientos y emociones, pero algo certero que sabía es que no era algo que hubiese sentido antes. Era algo nuevo, algo grande y especial. Por lo que seguiré hasta al final para resolver el enigma alrededor del hermoso y misterioso, pero angelical Gael.

De repente una oleada de aire dulce y grácil, como el perfume de un millar de flores distintas azotadas por el viento, dejando caer su néctar y siendo arrastrado por la brisa veraniega hasta mí, trasportándome al mismísimo paraíso. Al mirar hacia al frente me encontré con Gael a lo lejos viéndome con una expresión de sorpresa. Sin saber porque motivo le sonreí como un niño al ver a su ídolo, sintiéndome eufórico, pero nervioso como un adolescente hormonado. El sin embargo no sintió lo mismo, ya que logre ver atreves de su semblante una mezcla de vergüenza, timidez y aprensión. Obviamente por que no esperaba verme aquí y por cómo se escabullo ayer sin despedirse. Al cabo de unos segundos este se recompuso volvió a poner ese semblante sereno y enigmático que suele tener siempre. Mientras se acercaba di una fuerte bocanada de aire para poder saciarme de esa fragancia y luego despejé todos mis nervios. Para poder centrarme en el cuándo viniese y no regocijarme en su belleza, mientras perdía el tiempo como me paso ayer. Al llegar a mí me pregunto que se me ofrecía con su placida voz. Le pedí una copa de vino y luego le pregunté por el motivo de su huida de ayer, y vi como por un leve segundo se puso nervioso al momento de preguntarle. Este me respondió que fue por su trabajo, pero sin atreverse a mirarme de frente, imagino que por sentirse avergonzado. Luego este me pregunto cual vino quería, pero eso era lo que menos me importaba ahora mismo, ya que el único motivo por el que había venido era para tener una excusa para verlo. Así que me daba lo mismo si me traía agua o vino con tal de hablar con él. Por lo que le conteste que me daba igual, pero antes de que se marchase le pregunte cuando acababa su turno. Este se sorprendió por mi pregunta, pero aún más cuando le mencioné su huida de ayer y que podíamos seguir con la cita de ayer. Tras escuchar esto se quedó de piedra, sin poder articular nada pude ver atreves de su misteriosa expresión un atisbo de fascinación y deseo, al escuchar lo que dije sin poder creérselo; como la luz de un faro oculto por la una espesa niebla marítima, que es despejada por una milagrosa corriente de viento, dejándote ver la luz de este. Luego rápidamente la volvió a poner esa expresión impasible y se marchó sin responder. Al cabo de unos minutos volvió con la copa de vino y me pregunto si sabía lo que quería para comer, a lo que yo conteste con que me respondiese a la pregunta de antes que no contesto. Este me miro sereno, pero volvió a evitar la pregunta para referirse a la carta. Di una rápida ojeada a la carta escogiendo lo primero que vi en está. Siendo el entrecot, además de insistir que respondiese. Por unos segundos conseguí abrirme paso por esa niebla serena e inexpresiva y vi como sus tentadores labios se curvaban ofreciéndome una sonrisa. Al verlo sonreír fue como si el cielo se hubiese abierto en dos por una refulgente estrella fugaz en la oscura noche. Luego todo a mi alrededor desapareció, el tiempo se detuvo y la gravedad desaparecía, siendo este el que te atraía hacia el cómo un agujero negro, hasta querer perderte en él. Para poder ver a la perfección esa celestial sonrisa, a la vez que sentía como mi corazón retumbaba en mi pecho con tal intensidad como si quisiese salirse de él. Luego todo volvió a la normalidad cuando este dijo que salía en media hora a la vez que se retiraba. No tenía ni idea de que era lo que acababa de pasar. Nunca había sentido una sensación tan fuerte y grandiosa como esta. Ahora más que antes tenía mi cabeza abarrotada de extraños pensamientos fantasiosos. Llenos de deseos, pasión y una ferviente sed por él, sediento por el sabor de sus labios. Ávido de él, de su aroma estival y por el sabor de sus labios color cereza.

El Sol Poniente(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora