14. Una declaración no correspondida y un acuerdo disuelto

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Ella lo amaba, pero él no le correspondía, porque el amor no se impone, ni se controla. El amor nace, vive y nos incendia el alma hasta perder el control de nuestro corazón.

Abro los ojos y me vuelvo a encontrar frente a las puertas de ese templo dorado y vetusto, con las mismas estatuas de leones vigilando las puertas. La mujer de cabellos áureos y vestida con el mismo elegante quitón blanco y rojo, con bordeados dorados; me estaba esperando delante de las puertas con su hermosa sonrisa. Al llegar al final de las escaleras, las puertas se abrieron solas y la mujer entró en su interior, expresando con su mano para que la siguiese. Esta me volvió a guiar por aquel laberintico templo hasta acabar por llegar la enorme galería de estatuas tapadas. La mujer anduvo por el pasillo hasta detenerse frente a una estatua, para luego girar su rostro para mirarme y levantar su brazo para cederme el paso, mientras me dedicaba una nostálgica sonrisa. Yo di un paso a delante y procedí a destapar la estatua, tirando de la sabana hacia abajo. La imagen era la de un joven con una corta melena recogida por una corona de laurel, vestido con un quitón corto y unas sandalias romanas amarradas a sus piernas. Luego este llevaba en su mano un arco mientras que en la otra levitaba una esfera dorada con forma de llama. Por inercia mi mano se acercó a la estatua y tocó la base de esta, donde estaba grabado su nombre, Febio. Al pronunciar ese nombre la estatua cobró vida abriendo sus ojos y boca, saliendo un gran destello de luz de estos. La luz era tan cegadora que empezó a tragarse todo lo de mi alrededor y para luego acabar por envolverme en un torbellino de luz, y entonces todo desapareció.
Ahora me encontraba frente a pequeña casa echa de adobe con apenas una puerta y dos ventanas. Alrededor de esta había un huerto con varios tipos de verduras y frutos en él. En esta se encontraba una mujer algo mayor recogiendo estos mientras dos pequeños niños jugaban a su alrededor. De pronto de la casa salió un joven con una corta melena de color negra, pero había algo diferente en el final de su cabello, ya que las puntas eran de un tono dorado; como si el cabello estuviese perdiendo su color negro natural para cambiar a uno rubio. Luego su piel era de un tono blanco níveo como el de una estatua, tanto que sus rojizos labios parecían hechos de fuego. Mientras que sus hermosos ojos azules eran tan intensos, que parecían las luces eléctricas de una tormenta. Este era de figura delgada, pero bien trabajada, notándose que estaba definida por el trabajo y el ejercicio.
<< Hace muchos años vivió un hermoso joven llamado Febio, este joven era un humilde campesino que vivía en el reino de Tebas>> dijo la misma voz que escuché la otra vez. Mientras veía como los dos pequeños niños se acercaban al joven para abrazarlo y este les correspondía. Luego este dejó a los niños y saludo a la joven que era muy similar a él, para luego dirigirse al humilde establo donde descansaba un caballo de color blanco.
<< Febio vivía en una humilde casa con su madre, su hermana melliza y sus hermanos pequeños. Su padre falleció hace muchos años y su madre estaba muy enferma por lo que Febio y su hermana se hacían cargo de todas las cosas, ya que su madre no podía. Así que él y su hermana trabajaban en palacio para sostener a su pobre familia, sirviendo a la reina Niobe y su esposo, el rey Anfión.>>
Narraba aquella familiar voz, mientras veía como de la casa salía otra joven vestida con un quitón largo y muy similar al joven. Esta se acercó a su hermano para que este la ayudase a subirse al caballo y luego se subió el delante de ella, para después coger las riendas del caballo y poniéndose en marcha, despidiéndose de su madre y hermanos con la mano. Al estos salir por el sendero el paisaje cambio totalmente. Ahora me encontraba a las puertas de un enorme palacio echo de piedra caliza y mármol. Donde ambos jóvenes se adentraron con el caballo.
<<Febio trabajaba como copero y sirviente especial del rey, sirviéndole en todo momento y asistiéndolo en cosas cotidianas. Mientras que su hermana Artesia, era una de las doncellas de la reina, sirviéndole a ella y sus hijas en sus menesteres.>> dijo la voz mientras yo observaba como la joven iba de tras de más doncellas para servir a la reina y a su vez el joven se marchaba tras los guardias.
La escena cambio ahora a la de una gran sala con una larga mesa repleta de hombres y encabezada por un apuesto hombre adulto de cabello corto color cobre y una corta barba del mismo color, con los ojos verdes y un cuerpo musculado y de tez tostada. Este estaba vestido con un elegante quitón blanco bajo una ajustada armadura de plata y una capa roja. Sobre su corto cabello descansaba una corona dorada repleta de joyas y sus dedos llevaba hermosos anillos. El rey Anfión escuchaba lo que sus arcontes e hijos le decía sobre su reino y demás, mientras mantenía un semblante serio, pero algo cansado. Por otra parte, el joven se mantenía a un lado de la sala con la jarra de vino a su lado para servirle a los hombres de la larga mesa.
<<Febio servía al rey en todo momento, incluso hasta en las reuniones oficiales donde se debatían las diferentes obligaciones y cosas del reino. En estas él servía de copero al rey y a sus invitados, para que ningún sirviente a excepción de él supiesen lo que pasaba en aquellas reuniones.>>
Continúo hablando mientras yo veía aquella escena. Donde rápidamente pude darme cuenta de que el rey apenas prestaba atención a lo que los demás decían, y que de vez en cuando sus ojos miraban al joven con sutileza mientras que él le se la devolvía, con la misma sutileza que el rey. Al cabo de un rato la reunión termino y el rey se levantó de la mesa para ponerse en marcha sin despedirse, solamente haciendo un gesto con su mano al copero para que lo siguiese. Al salir ambos de la sala dos guardias los siguieron por el enorme palacio, con el copero detrás del rey, pero muy cerca. Hasta llegar a los aposentos privados del rey, donde este entro y el joven le siguió mientras que los guardias se quedaban a fuera custodiando la puerta.
<<Febio a pesar de ser muy joven se ganó la confianza del rey, siendo su confidente y su único asistente, entre otras cosas. El rey tenía un especial interés en él y el joven lo correspondía, ya que el rey era el hombre más apuesto y deseado del reino. Y aunque el rey tenía su esposa con la cual había tenido sus cinco hijos y dos hijas, también era algo libertino ya que había tenido sus amantes en el reino, pero siempre fuera de palacio. Mientras que Febio era un apuesto joven que gozaba de una belleza especial, cautivando a mujeres y hombres por igual, por eso cuando el rey lo vio quedo hechizado de esta misma belleza y desde ese momento lo quiso para el.>>narraba la voz mientras veía como el copero cerraba la puerta a la vez que el rey de espaldas a el, dejaba su corona aun lado en la pequeña mesa. Luego el joven se acercó al hombre con sigilo a su espalda y pasaba sus manos por sus hombros, mientras el rey sonreía y cerraba los ojos abandonándose a las caricias del joven. Este prosiguió con su tarea y desato la capa de su rey, dejándola caer en el suelo mientras el hombre jadeaba intentando controlar su deseo. Luego el joven continuo con su tarea desatando los broches de la lorica y el peto, alternando con diferentes caricias por sus brazos y torso. El rey sin poder contener más sus impulsos masculinos agarró las manos del joven y se dio la vuelta para quedar frente a el. El hombre atrajo a este hacia él y lo apego a su pecho, agarrando con una mano a este por su cintura mientras la otra subía hasta el rostro del joven para atraer su rostro al suyo y terminar en un apasionado beso. El rey besaba al joven con pasión y ansiedad, hambriento de sus labios suaves mientras el joven reanudaba su tarea para despojar al hombre de sus prendas. Cuando el peto del rey cayó al suelo, el rey agarro al joven y lo subió encima de la mesa, mientras sus labios devoraban la boca del joven y este le seguía el ritmo. Luego el rey arrancaba desesperado el broche del quitón del joven para luego seguir con el cíngulo, a la vez que el joven hacia lo mismo con la túnica de su señor. Ambos desesperados y ansiosos por sentirse el uno al otro, sin la intromisión de los ropajes y las telas. Cuando el rey se deshizo de la túnica del joven, se detuvo unos breves segundos para admirar el hermoso cuerpo del joven. Blanco como la leche y tan suave como la misma, con el cuerpo delgado, pero bien trabajado y con una figura delicada. El hombre se relamió los labios y se lanzó hacia el joven, probando con su boca cada parte del chico. Empezando por sus rosados, pero suaves pezones succionando y lamiendo estos con maestría, provocando que el joven gimiese gustoso. Mientras que con sus manos estrujaba cada parte de este, dejando leves marcas rojizas por su cuerpo. Luego de esto el rey volvió a subir para seguir besando la boca del joven y este aprovecho para terminar de desatar el cíngulo de su señor y despojar a este de su túnica. Entonces el joven admiro el cuerpo de su señor, con un torso apolíneo y musculado, con un corto vello en sus pectorales que descendía hasta sus abdominales cuadriculados y terminaba en su pelvis, donde se erigía su virilidad. De un tamaño considerable y bastante extensa, erguida como una espada e incitante como la más dulce fruta. El joven volvió a besar al rey, pero este rápidamente lo hizo girar quedando este de espaldas al hombre, para luego inclinarse y agarrar las redondas posaderas del joven con sus grandes manos. Acto seguido el rey llevó su boca las nalgas y las beso, para luego darle una leve mordida y después introdujo su rostro entre las nalgas. Como si fuese el mejor de los manjares, lamio y beso aquella abertura con tanta maestría que el joven jadeaba y gemía en pletórico, a la vez que la lengua del rey profundizaba aquella hendidura. Luego de un momento el rey se puso en pie lentamente, mientras el joven seguía de espaldas y el recorría esta con sus labios, saboreado la suave piel lampiña de su espalda y posicionaba su miembro entre las nalgas del joven. Este al sentir el roce de aquella parte pulsar su orificio inclino levemente su cintura y ergio sus posaderas, haciéndole saber a su señor que estaba listo para lo que iba a pasar. El rey con un leve movimiento de su pelvis clavo su miembro y en el hueco, y esto provoco que el joven diese un pequeño grito, pero no de dolor si no de placer. Luego el rey arremetió con más fuerza profundizando más en su cometido y dejando escapar un gemido bravo de placer a la vez que su joven compañero. El rey agarro al joven de la cintura con sus fuertes manos y embistió con un ágil movimiento de pelvis, mientras el chico se agarraba de la mesa con fuerza y gemía exultante con los ojos cerrados, abandonándose al placer que sentía. Luego el rey se inclinó un poco para besar la espalda del joven, sin parar de embestir a la vez que sus manos dejaban de agarrar su cintura y una se agarraba del hombro del joven, mientras que la otra de uno de sus pechos. El joven gemía enloquecido por el placer que sentía y que junto al bufido del rey hacían resonar las paredes, que parecían no poder contenerlos. El rey dejó de sostener el pecho del chico para poder agarrar su rostro y hacerlo girar hacia un lado, para que sus labios quedasen juntos y pudiesen besarse. Y así ambos acallaron un gran grito de placer, con un profundo beso mientras que sus cuerpos llegaban al éxtasis y convulsionaban pletóricos, con el joven dejando caer su esencia en el suelo y el rey en su interior.
De repente todo se nubló y desapareció en un torbellino de imágenes y oscuridad, engulléndome y hacerme despertar.

Desesperado abrí los ojos, mirando a mi alrededor agitado y casi sin poder respirar me percaté de que estaba en mi cuarto y que todo había sido un sueño. Intentando calmarme lleve mis manos a mi cabeza y pude darme cuenta de que la tenía húmeda, además de un gran calor. Unos segundos después pude darme cuenta de que no solo la cabeza la tenía húmeda si no todo el cuerpo, estaba empapado en sudor por el calor tan fuerte que sentía. Me levanté de la cama y miré mi teléfono la hora, al ver que era las seis de la mañana lo volví a soltar y me marché al baño.
Mientras me duchaba y me relajaba bajo el agua, no pude evitar pensar en ese extraño y vivido sueño. No me explico como pude soñar algo así. Y no me refiero a la parte de cine para adultos, si no a la parte antigua y clásica de otra época. Todo era tan vivido y aunque por una parte lo veía exteriormente, por otra parecía poder percibirlo y sentirlo todo como si me estuviese ocurriendo a mí. Y no es que nunca haya tenido un sueño erótico, por que como cualquier persona los he tenido (aunque la mayoría de ellos era con el chico del que estuve enamorado en mi adolescencia) este era diferente, era más vivido que ningún otro, tanto que parecía un recuerdo en vez de sueño, pero eso no podía ser real. Ya que nunca he estado con nadie, no al menos conscientemente y por propia voluntad. Y mucho menos vestidos como los antiguos romanos y en un palacio real. Lo que más me inquieta es que lo que soñé no me perturbo, sino que lo sentí placentero. ¿tendrá que ver algo mi encuentro de la noche con Enzo con esto?...


Al despertarme esta mañana estaba exuberante de energía y alegría, tanto que tenía prisa por ir a la oficina para terminar mis pendientes lo más rápido posible para salir cuanto antes. Ya que esta tarde tenía una cita con Gael, la cita que llevo esperando desde hace más de una semana. Por lo que me vine a trabajar antes de lo que debía para así aprovechar el tiempo. Así que después de tantas reuniones me tome un segundo para tomarme un café y fumarme un cigarrillo mientras pensaba en él, pero entonces algo ocurrió. Por mi mente paso la preocupación de que me fuese a dar plantón, dejándome esperando el encuentro como ya me había hecho antes. Pero luego me acorde de que Gael acepto que fuese a recogerlo a la universidad después de clases, el error que cometí fue no preguntarle la hora de salida. Cuando caí en cuenta cogí mi teléfono y le escribí un mensaje, preguntando el lugar en concreto y la hora para recogerlo. Entonces al volver a entrar a dentro para cogerlo, vi que la puerta se abría y entraba Adela. Esta iba vestida con un vestido negro un poco ajustado y el cabello recogido en una cola.
- ¿se te ofrece algo? - pregunté alzando un poco mis cejas y con un tono cortante, ya que no me gusta que entren en mi oficina sin pegar o anunciarse antes con Dana, pero conociendo a Adela y su carácter dominante y un poco engreído, sumado a lo introvertida que es Dana, no podría haberlo evitado venir.
- Si, he venido a traerte esto — expuso dejando los papeles que llevaba en mi mesa.
- No hacía que te tomases tantas molestias, Dana iba a ir a recogerlos luego — repuse cogiendo los papeles para mirarlos.
- No importa, aparte tenía que hablar contigo — contesto mirándome muy seria.
- Sobre que, ¿lo de ha noche? — pregunté mientras revisaba los documentos — porque si es así ya te dije todo lo que tenía que decir y no he cambiado de opinión — dije sin apenas prestarle mucha atención.
- No solo de eso que también, si no de cómo te estas comportando conmigo — dijo llamando mi atención.
- ¿de qué? — pregunté un poco sorprendido.
- Si, estas evasivo, apenas quieres hablar conmigo o quedar y algunas veces me tratas mal como ayer —respondió atribulada y molesta—¿ha pasado algo para que estes así conmigo o echo algo? — preguntó afligida y entonces recordé a todas esas chicas a las que le partí el corazón por jugar con ellas. Y luego me acorde de Gael, él y Adela son primos, y si quiero intentar algo con Gael tengo que estar totalmente libre. Sin segundas relaciones, ni amantes, ni confidentes y mucho menos a su prima.
- No, no has hecho nada — respondí soltando los papeles en la mesa — pero si es verdad que ocurre otra cosa — dije después mirando a esta que parecía confusa y alarmada por mis palabras — estoy conociendo a otra persona — terminé por decir y pude ver como sus ojos se cristalizaban.
- ¿como? — preguntó confusa y sorprendida, además de un poco afligida.
- Estoy conociendo a otra persona — repetí a la vez que me apoyaba en la mesa y la observaba, percibiendo lo dolida que esta estaba — tienes razón en todo lo que has dicho, excepto en lo de que tu habías echo algo, porque no es así — dije — la culpa es mía por no habértelo dicho antes y por dejar que esto que teníamos fuera demasiado lejos — seguí diciendo — no tengo excusas por mi mal comportamiento y decisiones, pero he de decir que tampoco pensé que lo que siento por esa persona fuese a tanto — explique sintiéndome culpable por lo que esta estaba sufriendo.
- Con que otra persona, ¿no? — dijo herida con un poco de hostilidad en su tono de voz — ¿y yo que? ¿qué va a pasar con nosotros? — preguntó indignada — ¿me vas a dejar?, como si yo fuese un juguete roto del que estas aburrido — volvió a preguntar sin darme tiempo a poder responderle.
- Lo siento Adela, pero tú y yo teníamos un acuerdo...— empecé a decir arrepentido por mis decisiones, pero esta no me dejó terminar de hablar, ya que se levantó furiosa de la silla y me interrumpió.
- ! A la mierda el acuerdo ¡— gritó furiosa a la vez que de sus ojos se escapaban las lágrimas — a mí nunca me importo ese acuerdo, yo solo quería estar contigo, porque te amo — confesó entre lágrimas. Al escuchar esto me quede helado, sin saber que decir, por lo que me levante del escritorio y me aleje unos pasos dándole la espalda, mientras me llevaba una de las manos a la cabeza — yo acepte tus condiciones porque te quiero y pensaba que con el tiempo tú también me aceptarías del mismo modo — dijo con la voz entrecortada, mientras yo asimilaba lo que esta me decía. Desde hace tiempo supe que su interés en mi era mucho más de lo que hablemos, pero nunca a tal escala. Si lo hubiese sabido antes no habría dejado que fuese tan lejos, es mas no hubiese aceptado ese acuerdo — por eso he sido paciente y he esperado a que tu superases la muerte de tu mujer, para que puedas estar conmigo por completo y que me amases como yo te amo — siguió diciendo ella con una voz cristalizada por lo atribulada que estaba.
- Lo siento Adela, pero yo no siento lo mismo — conteste claro interrumpiéndola a la vez que me giraba para poder verla — por ti siento muchas cosas, cariño, confianza, amistad, incluso pasión, pero no amor — dije intentando no lastimarla más de lo que estaba, ya que al verla de frente me sentí el hombre más miserable de todos — lamento que te hayas enamorado de mí, porque yo no puedo corresponderte y aunque no estuviese conociendo a alguien más, tampoco podría prometértelo, porque nos conocemos de bastante tiempo y si pudiese enamorarme de ti, ya lo habría hecho antes — seguí diciendo sabiendo que estaba haciéndole más daño de lo que debía, pero ella debía de saber la verdad, necesitaba que lo entendiese para que no sufriese.
- ¿Pero y todo este tiempo acaso no cuenta? — preguntó agitada acercándose a mí a la vez que yo retrocedía.
- Si cuenta, pero como amigos y nada más — respondí con sinceridad — desde el principio fui sincero contigo, acepte que nos viésemos, con la condición de que no se confundiesen las cosas, porque yo no quería tener ninguna relación amorosa de parejas ni hacerte daño y tu aceptaste — dije mientras esta se dejaba caer en la silla por el golpe bajo que le acabe de dar, pero ahora que había empezado no podía parar y yo necesitaba que ella entrase en razón, para que no siguiese sufriendo — sé que suena a excusa, pero si hubiese sabido lo que realmente sentías no hubiese iniciado nada de esto, porque nunca quise causar daño a nadie — seguí diciendo mientras esta se cubría el rostro con sus manos — podemos seguir siendo amigos y como si no hubiese pasado nada, porque te aprecio mucho, pero también entenderé si quieres alejarte y no saber más nada de mi — termine por decir mientras me volvía a apoyar en el escritorio a su lado, esperando a que esta dijese algo, pero en su lugar alguien pego en la puerta y se asomó Dana.
- Señor — dijo está asomando su cabeza por la puerta.
- Ahora no Dana, estoy ocupado — ordene sin mirarla, ya que mi atención estaba puesta en Adela.
- lamento interrumpir, pero llevo un rato intentando comunicarme con usted para decirle que el señor Excell quiere que se reúna con él en su despacho — dijo esta con un tono avergonzado a la vez que salía y cerraba la puerta.
Por un momento no supe que hacer si irme o quedarme, ya que era evidente que Adela necesitaba que la apoyase, pero no supe que decirle para hacerla sentir bien. Y por otra parte estaba lo que Dana había dicho de Liam, pero no era el momento de dejar a Adela sola. Aunque también podría ser lo que esta necesitaba; estar un rato sola para pensar y despejarse. Así que después de meditarlo por unos minutos, acabe marchándome del despacho dejando a esta sola en él.
Al terminar mi reunión con Liam volví a mi despacho esperando encontrarme a Adela, pero está ya se había marchado. Así que nada más saber esto me acerque a su despacho, pero su secretaria me dijo que se había ido. Por lo que acabe volviendo a mi despacho. Me sentía mal después de lo que había ocurrido y ojalá que Adela pueda perdonarme y entienda, pero sobre todo que entienda que no puedo darle lo que ella quiere, porque creo que ya se lo he dado a otra persona...


Al terminar las clases me dispuse a irme a la cafetería, ya que Ben y Anelis me estaban esperando para vernos, y no podía decirles que no porque si no se molestarían. Así que con pocas ganas y cansado me obligué a mí mismo a acudir al encuentro. Al llegar estos me esperaban en una mesa a fuera por lo que después de pedir un refresco me acerque a la mesa.
- Hola — dije saludando a estos a la vez que me sentaba y ambos me devolvieron el saludo.
- Le estaba contando a Anelis tu encuentro del domingo con el rey abeja — explico Ben con una sonrisa socarrona al igual que Anelis.
- ¿qué es lo que paso? — pregunto esta con interés, mientras yo le lanzaba una mirada asesina a Ben por cotilla y bocazas.
- No paso nada, solo nos encontramos por casualidad y hablemos — respondí mientras cogía algunas avellanas del cuenco de frutos secos.
- ¿y cómo porque se dignó a hablarte? — preguntó curiosa a lo que yo respondí encogiéndome de hombros— ¿y qué te dijo? — volvió a preguntar.
- Pues no se cosas de la iglesia y eso, nada de importancia — mentí intentando ocultar lo que de verdad paso. Ya que de saberlo montarían una escena, primero opinando sobre mi inexistente vida amorosa y luego queriendo que yo aceptase. Y no tenía ganas, cuanto menos sepan mejor, total no había nada bueno de lo que hablar.
- Qué raro, creía que el al igual que su hermana solo les interesa la gente popular y la gente como nosotros somos olvidados... — comentó Anelis cogiendo algunos frutos secos para comérselos.
- No todos, mira la hermana de Gael — dijo Ben — ella era la reina abeja de la uni y se llevaba bien con todo el mundo — opino Ben — además, si no recuerdo mal tu hermana y el eran muy buenos amigos, incluso creo que demasiado — dijo Ben resaltando la última palabra insinuando que estos tuviesen alguna clase de relación amorosa. Y aunque no era así, si es verdad que son amigos y ese rumor circulo por mucho tiempo en el instituto y la universidad. Por eso mi prima Camelia siempre andaba celando a Kieran y esa fue una de las razones por que la dejó, aunque ahora parece que han vuelto.
- Pues si... — asintió Anelis pensativa, mirando a la lejanía.
- ¿qué tanto miras fea? — preguntó Ben tirándole un quico a esta a modo de broma.
- A ese tipo — respondió esta con una sonrisa a la vez que señalaba con la mirada — me suena de algo, pero no sé de qué — comentó pensativa a la vez que yo y Ben mirábamos a la misma dirección que ella. Y al darme la vuelta no podía creer de quien se trataba.
- Madre mía, pero si ese es Enzo Adams — dijo Ben sorprendido a la vez que los ojos le brillaban si hubiese visto oro y esto se hubiese reflectado en ellos. Por el contario yo me quede de piedra ya que me había olvidado de que había quedado con el aquí, para que me recogiese.
Enzo estaba escribiendo algo en su teléfono para luego mirar en todas direcciones, como si estuviese buscando algo o a alguien. A la misma vez que sentía mi teléfono vibrar en mi pantalón como si me estuviesen escribiendo, mientras escuchaba como Ben y Anelis comentaban lo bueno que este estaba y algo más. Enzo al ver que no le respondía cogió el teléfono y se lo llevo a la oreja a la vez que el mío sonaba, justamente cuando yo intentaba sacarlo nervioso de mi bolsillo para que no sonase la llamada, pero al momento de sacarlo este sonó y se me resbalo cayéndoseme de las y montando una escena. Yo maldecí en voz alta y me agache para cogerlo a lo que Ben y Anelis me miraron sorprendidos y extrañados.
- ¿pero qué te pasa Gael? — preguntó Anelis divertida.
- Se abra puesto nervioso al ver a ese bombón — comentó Ben riéndose — y que por cierto está viendo hacia aquí — dijo sorprendido, a la vez que se erguía contento en el asiento al ver que se aproximaba a nosotros.
- ¿Gael? — dijo la voz a mi espalda, mientras yo veía la cara de sorpresa de mis amigos al ver que se sabía mi nombre. Para luego girarme lentamente y ver a este. Y al darme la vuelta lo pude ver mejor.
Con un Jersey gris con el cuello abierto por varios botones, enseñando un poco de su musculado pecho, mientras que sus mangas se ajustaban a sus fuertes y recios brazos. luego un pantalón negro a juego con su corto y algo rizado cabello carbón. Este me miraba alegre con sus encantadores ojos azules de puesta de sol y su cautivadora sonrisa ladeada, rodeada por una corta barba de pocos días. Mientras que sostenía en una mano sus gafas de sol y en la otra su teléfono, con una postura firme, pero encantadora y sensual que no solo consiguió deslumbrarme a mí y a mis amigos, sino a todas las demás personas que estaban sentadas en la cafetería.

El Sol Poniente(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora