•Capítulo 41•

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Primer día de agosto.

Estábamos de camino al aeropuerto. No tenía palabras para expresar lo ilusionada que estaba, aunque los aviones y volar siempre me dieron bastante respeto.

- ¿Estáis listos para ir a Francia solos? -Preguntó la chica de rizos que conducía mientras nos miraba por el retrovisor.

-Nah. -Respondió mi novio a su hermana.

-Mucho. -Respondí a la par.

El chico soltó una carcajada mientras yo le miraba con recelo.

- ¿Por qué tendrías miedo? -Preguntó. -No te va a pasar nada, estarás conmigo.

- ¿Y si te pasa algo a ti? -Interrogué.

-Eres una exagerada. No va a pasar nada. -Aseguró mientras me apretaba suavemente el muslo dándome refuerzos.

Suspiré profundo, intentando tranquilizarme.

Nunca había viajado en avión, aunque eso no era lo que me preocupaba, sino que íbamos a estás en Francia la primera quincena de agosto. Al día siguiente, sería el décimo sexto día de agosto, el día que los hermanovios decían que la muerte me visitaría de color rojo.

¿Y si pasaba algo en Francia? ¿En el avión?

Miraba por la ventanilla del coche, viendo al resto de autos y camiones pasar mientras que París estaba con su cabeza apoyada en mi hombro.

Eran una hora y media de coche, más dos horas de estar en el aeropuerto de antelación, si es que no había ningún inconveniente, y otra hora y media de vuelo.

No serían muchas horas en total, por lo general, pero seguiría sintiéndose un día largo.

- ¿Dónde dices que nos vamos a alojar?-Pregunté al chico de mi izquierda.

-En la casa de una amiga de mi tía. -Me explicó.

-Ya estamos en el aeropuerto. -Avisó Karla tras media hora desde mi pequeña conversación con París.

-Gracias por traernos. -Agradecí.

-No hay de qué, mujer. -Sonrió. -Son treinta libras. -Se dirigió a su hermano.

El chico suspiró y sacó el dinero de su cartera sin discutir mientras rodaba los ojos.

-Tener cuidado. -Nos pidió su hermana.- Sobre todo tú, no vaya a ser que te pique una avispa en ya sabes dónde, otra vez.

La chica reía mientras despeinaba a París, lo que causó un gruñido por su parte y que se pusiese rojo. Cosa que me causaba mucha ternura. Pero no sabría distinguir si por verguenza o por rabia de que Karla hubiese desvelado su pequeña anécdota.

-Aww. ¿Te picó una avispa ahí abajo? -Me burlé de él.

- ¡Tenía catorce! -Se defendió poniendo un mohín a lo que mi cuñada y yo reímos.

- ¿Pero cómo ocurrió o qué?

-Es una larga historia.

-Tengo todo el viaje para escucharla. -Sonreí.

-No te lo pienso contar. Mi masculinidad frágil me lo prohíbe. -Dramatizó

Sin importarle que París estuviese ahí, Karla me explicó cómo ocurrió todo.

Al parecer, estaban en la piscina de la casa en la que nos íbamos a alojar, hace cuatro años, París se estaba cambiando el bañador en el baños y se metió una avispa en ella, entonces le picó y no pudo ir al baño durante dos semanas. Desde entonces les tiene pavor.

Solo tú [Solitarios#1] [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora