Capítulo Nueve.

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Las reuniones con sus amigas por lo general involucraban mucho alcohol y hablar cosas disparatadas, pero esta noche estaban empeñadas en su vida amorosa:

—Debes salir y tener sexo con un extraño. —Exclamo Elizabeth. —Un extraño sexy.

—Eso es peligroso.

—Por fin algo de razón, gracias Sam. —Por lo menos una de ellas podía ser cuerda.

—Deberías inscribirte en un sitio de citas. —o eso era lo que parecía.

—¡No! No hare nada de eso. No tengo tiempo...

—Siempre dices lo mismo y no te haces más joven, amiga. —Dylan hablo desde la cocina, donde estaba buscando más vino. —Tienes que buscar acción. Pasar un buen rato, que un hombre te sacuda los huesos.

—No necesito un hombre...

—Puede tener un amigo de baterías. —Se estaba cansando que la interrumpieran a cada rato y más para decir disparates.

—Buena idea, Sam. —Dylan aparece con una nueva botella de vino. —Deberíamos regalarle uno.

—Tampoco necesito un vibrador. —Rindiéndose con sus amigas se desliza hasta el suelo y las ve reír a su costa.

—¡Oh! Eso significa un amigo de baterías. Pero ya vienen con cargador. —Riendo a carcajadas sus amigas continúan hablando de juguetes sexuales y los avances tecnológicos.

Su grupo de amigas era bastante variado por decirlo de alguna forma.

Estaba Dylan, a pesar de su aspecto rudo y patea culos era la que siempre tenía las puertas abiertas para sus amigas. Con su cabello corto enmarcando su rostro, que parecía tener una mueca sarcástica de forma permanente, le daba un aspecto de estar de malas, aunque ella fuera completamente lo opuesto.

Sam era el miembro más reciente de su círculo de amistad, habiéndose mudado recientemente de casa de sus padres era vecina de Dylan. Su cabello rubio, ojos azules y cuerpo esbelto parecía una Barbie en tamaño real, hasta que hablaba y de su boca salían los insultos y las ocurrencias más alocadas que podrían avergonzar al más rudo de los marineros.

Y la más pequeña de todas era Elizabeth, era una aspirante a escritora de novelas románticas y de fantasía que parecía vivir en un cuento de hadas, quizás porque ella misma parecía una pequeña hada con su cabello increíblemente corto que siempre estaba cambiando de color y su corta estatura.

Eran un grupo que a simple vista parecían no tener nada en común pero que entre cada una de ellas habían formado lazos muy estrechos.

Soltando un bostezo, Skylar se puso de pie:

—Me largo, estoy muy cansada para estar escuchando sus críticas a mi vida sexual.

—No te vayas. —Elizabeth se abrazó a sus piernas. —Mañana no abres tú la pastelería. Quédate. —Alargando la última silaba, saca a relucir su mejor puchero borracho.

—No abro yo, pero si tengo que ir en el día. Solo son unas cuadras y no es tarde. ¿Vienes?

—No, me quedo a dormir con las chicas.

—Bien, como quieras. Nos vemos mañana, por favor no beban más.

Despidiéndose de sus amigas Sky se encamina a su apartamento. Realmente estaba a un par de cuadras del apartamento de Dylan y era un paseo que le vendría bastante bien para disminuir el efecto del vino.

Quería a sus amigas, eran sus hermanas por elección y no las cambiaria, pero ya el tema de buscarle pareja estaba cansándola. Si ella se sentía bien estando soltera ¿Cuál era la necesidad de buscarle un hombre? Cuando llegara el momento y cuando ella quisiera tendría una cita.

La amenaza más dulce.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora