Capítulo Quince.

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Una vez en su habitación enredo sus brazos en el cuello de Robert, poniéndose de puntillas para poder besarlo, se dejó llevar. Rápidamente las manos de Robert fueron a su cintura acercándola a su cuerpo mientras ambos caminaban hacia su cama.

Sintiendo el borde de su colcho contra sus piernas, separándose se sentó en el borde del mismo mirando a Robert parado frente a ella. Sus labios inflamados por los besos, seguramente haciendo copia de los suyos, su cabello ligeramente despeinado, su camisa arrugada y la poca luz que entraba gracias a la puerta que habían dejado abierta le daban un aspecto de hombre rudo listo para la acción, pero lo que verdaderamente le robo el aliento fue la mirada que le dedico.

Sus ojos grises estaban más oscuros, ligeramente vidriosos cuando la miraron y una lenta sonrisa se extendió en sus labios mientras desabotonaba la su camisa, revelando su pecho bien trabajado.

—Dios. No me mires así, muñeca.

—¿Cómo?

—Como si quisieras poner tus manos sobre mí.

—Es que quiero.

—Entonces no te detengas, hermosa. —Dejo caer su camisa al suelo, dándole una vista completa de su pecho trabajado. —Tenemos toda la noche.

Sus ojos recorrieron cada centímetro de piel visible, se notaba que entrenaba constantemente y a pesar de la poca iluminación pudo ver algunas cicatrices regadas en su cuerpo. Más adelante tendría tiempo de preguntarle al respecto.

Deshaciéndose de su suéter y camiseta ella misma quedó con su sostén y falda, sintiéndose tímida de repente intento cubrirse con sus brazos. Debería empezar a correr.

—No tienes que ocultarte de mí. ¡Dios, Skylar! Eres preciosa.

—Tengo unos kilos de más y...—permitió que Robert tirara de sus brazos, empujando su espalda contra la cama poniéndose encima de ella, apoyando su peso en sus propios brazos.

—No me interesa. —Dejando pequeños besos por su rostro le sonrió. —Me vuelves loco como te vez. Mírame —mirando directamente sus ojos y con su rostro serio dijo: —Conmigo no tienes que sentirte tímida, me encanta tu cuerpo y toda tú.

—Tengo estrías y celulitis.

— ¿Y? Yo tengo cicatrices y no son nada bonitas. Déjame demostrarte cuanto me gusta tu cuerpo. ¿Si? —Entregándose al beso, se dejó hacer por él.

Sabía que Robert era un hombre rudo, sabía lo que quería y con ese beso o demostró. Sus labios eran duros contra los de ella, sus dientes tiraron de su labio con un poco más de fuerza hasta que dejo escapar un gemido. Lentamente llevo sus besos por su cuello, donde se entretuvo unos minutos hasta que estuvo suspirando por más. Bajando su rostro entre sus senos dejo un beso en cada uno y mientras sus manos jugaban con ellos, continúo el camino hasta su ombligo donde la falda se había enredado dejando sus piernas al descubierto.

La miro en busca de aprobación cuando sus manos tiraron de la tela hacia afuera, una vez fuera del camino sus manos recorrieron sus piernas seguidas de sus labios:

—Eres embriagadora. No me importa cómo te veas, es como me haces sentir. —Su voz era más profunda, más erótica mientras hablaba. —Quiero hacerte temblar y pedir por más. Quiero llevarte al borde del orgasmo y que me pidas más. Quiero que sientas como me pones. —tirando de ella más cerca dejo que su marcada erección se presionara contra sus, ya húmedas, bragas.

—Por favor, Robert. Necesito...— Su voz era una súplica, estaba caliente, nerviosa y ansiosa por más. Doblando alrededor de su cadera intento mecerse contra él en busca de algún alivio.

La amenaza más dulce.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora