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Narra Vanessa

Pasé todo el camino a Calexico fingiendo dormir. No quería hablar con Zac porque, por más que me hiciera feliz el tenerlo a mi lado, no podía dejar de sentirme miserable al traerlo conmigo a esta vida sin sentido que me esperaba. Pasamos un retén en media carretera y, aunque querían mis papeles, se compadecieron de mí y no me quisieron despertar; mi novio me sujetó fuerte la mano cuando se fueron, aunque logró permanecer tranquilo ante la policía, podía sentir el terror en su cuerpo.

Llegamos a la ciudad al amanecer. Tenía la boca seca y los labios partidos, pero ninguna intención de pararme a buscar algo de tomar. Zac, por el contrario, insistió en que lo esperara fuera de una tienda de conveniencia en medio de una gasolinera. Me recargué en una pared y me froté los brazos, no había notado cuanto frío tenía. Agaché la cabeza cada vez que una persona pasaba a mi lado y traté de ignorar las miradas que se dirigían a mí, posiblemente todo era paranoia. Zac regresó con dos botellas de aguas, dos hot dogs y un par de lentes de sol.

—Tienes que comer algo—insistió.

Nunca le encontré el sabor a la salchicha, pero el agua sí que la necesitaba sobretodo después de nuestra caminata bajo el Sol en la búsqueda de un lugar para quedarnos. Pasamos por aproximadamente 5 moteles antes de encontrar uno que alcanzara con el dinero que traíamos en la bolsa, que era lo que Nick y Miley le habían dado, según me contó. El lugar era horrible, oscuro, sucio y muy discreto, que era lo que necesitábamos en ese momento. Me di un baño con agua fría y después Zac hizo lo mismo, seguía sin hablarle porque estaba muy molesta con él. Pero no podía más,  así que mientras lo esperaba en la habitación comencé a llorar abrazada a mis rodillas y así fue como me encontró y me abrazó.

—Vamos a estar bien, te lo prometo.

Moví mi cabeza.

—Tú no tienes por qué pasar por esto—sollocé—no lo mereces.

—Te dije que te seguiría hasta el fin del mundo.

Nos quedamos así por varios minutos hasta que sentí mis pies entumirse. Zac me secó el cabello y me ayudó a vestir con la misma ropa que traía.

—Tenemos que ir a buscar a alguien que nos ayude a cruzar a México—me dijo una vez vestidos—no podemos estar aquí tanto tiempo o nos encontrarán.

Asentí sin mucha convicción y tomé su mano extendida para salir del hotel. Volvimos a caminar largas cuadras hasta que encontramos un bar con música mexicana, parecía el lugar perfecto para encontrar lo que necesitábamos. Nos sentamos en una mesa al fondo del lugar, una mesera nos ofreció algo de tomar pero nuestro dinero estaba contado, y necesitaba que Zac no gastara de más. Aguardamos en silencio alguna pista de alguien con quien pudiéramos hablar y llegó a nosotros a unos pocos metros de distancia, le estaban pagando por el trabajo realizado y les estaba deseando suerte en esta nueva vida. Zac se puso de pie y yo lo seguí hasta el hombre que nos miró extrañado.

—Lo común es el que los pase de allá para acá—explicó—pero si tienen con qué pagar, siempre hay formas.

—Cuenta con eso—me apresuré a decir.

No sabía cómo conseguiría el dinero, pero lo haría de alguna manera, ahorita sólo necesitaba la opción de salir de ahí. El hombre me miró con una sonrisa en su rostro.

—Perfecto, nos vemos en el parque Córdova a las 5 de de la mañana, vayan ya con el dinero son 15 mil dólares por persona.

—¿Qué? ¿15 mil dólares? ¡Es una locura!—protestó Zac y le sujeté la mano.

Cuando te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora