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Me equivoqué contigo, como si no supiera

Que las mas grandes penas, las debo mis amoresMe equivoque contigo, después de tantos añosDe tantas amarguras y tantas decepciones

Narra Alexandra

Los sábados me gustaba llegar temprano, era el día que más gente teníamos y quería que todo estuviera en orden. Ese día, Kellan, mi amigo de la universidad me había acompañado pues le debía una comida por una apuesta que perdí.

—Por cierto, olvidé decirte por culpa del trabajo—dijo en cuanto llegamos al bar—una de tus meseras me gustó.

—¿En serio Kellan? —me burlé—¿Desde cuando te fijas en mis meseras?

—Ella es especial.

—Te conozco, no permitiré que juegues con ellas.

Entramos a la oficina de mi padre, que prácticamente ya era mía, pues desde hacía un año había confiado en que yo podría administrarla. Así que, aunque legalmente seguía siendo el dueño y aún tenía que consultarle las decisiones que tomara, el bar ya era mío. Algo que soñé desde niña.

—De verdad me interesa, Alex.

Lo miré incrédula. Ese hombre musculoso no podía estarme hablando en serio, desde que terminó su relación con Nikki no había tenido algo relevante con nadie y ahora resultaba que una de mis meseras lo haría cambiar.

—¿Quién es? ¿Camila?

Negó con la cabeza y tronó los dedos haciendo un esfuerzo por recordar.

—Bajita, de pelo negro y piel morena.

—¿Gabriella? —fruncí el entrecejo—no te conviene, es una muerta de hambre indocumentada que esta aquí de paso, la contraté porque Zac me lo pidió. De hecho, espero que se largue pronto, no me gusta la amistad que esos dos tienen.

—No te preocupes, Alexandra, en cuanto acepte salir conmigo se olvidará de ese meserillo. ¿Qué necesita dinero? Pues yo se lo doy.

Moví mi pierna por debajo del escritorio pensando en su propuesta. Zac parecía muy interesado en esa mujer y a mí no me convenía en absoluto. Así que posiblemente lo ayudaría a tener algún acercamiento con Gabriella.

—¿Quieres comer aquí o salimos? —le pregunté a mi amigo.

—Amo tu bar, Daddario. Pero preferiría algo más elegante.

—Ves por qué no puedo creer que te guste una mesera.

Nos reímos y miré la hora, todos mis empleados ya deberían de estar aquí así que salimos de la oficina para revisar que estuvieran, darles instrucciones, poder ir a comer con Kellan y volver. Sin embargo al salir de la oficina escuchamos unas risas que hicieron nos ocultáramos detrás de un muro.

Los dueños de ellas eran los protagonistas de nuestra conversación de hacia unos minutos. Kellan y yo nos miramos para después fijar la vista en ellos. Venían de la mano y parecían muy felices.

—¿Entonces qué dices? —me preguntó en tono burlón—¿Me presentas a Gabriella?

—Aléjala de Zac—le dije—esto es lo que haremos...

Narra Vanessa

Le di un beso en los labios a Zac y me fui al vestidor. Me sentía contenta a pesar de lo que había pasado con Miley, la cual ya estaba sacando cosas de su locker.

—¿Sigues enojada conmigo? —pregunté al darme cuenta de que estábamos solas.

—Pensé que había quedado claro cuando te dije que no te burlaras de Zac.

Cuando te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora