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Narra Zac

Estaba inquieto por Gabriella y su actitud durante toda la semana, un día llegaba llorando, al otro se peleaba con Michelle frente a casa de mi mamá y ahora parecía muy contenta terminando de trabajar. No quería preguntarle cosas más allá de lo que me quisiera contar pues sabía que atravesaba por un momento complicado en su vida.

Como todas las noches, llegamos en el taxi a su casa junto con Camila y Miley, pero a diferencia de otros días Gabriella pagó toda la corrida. Las chicas se despidieron enseguida, me imagino que Gabriella se los pidió puesto que ella quiso dar un paseo antes de subir a su habitación.

—¿Todo bien, Gabriella?—pregunté al no escuchar ninguna palabra.

Apretó mi mano y suspiró para después quedar frente a mí.

—Hay dos cosas que debo decirte.

Tragué saliva, su rostro reflejaba preocupación y pude notar que estaba nerviosa por no dejar de morder su labio.

—Puedes decirme lo que sea, ya lo sabes—la animé.

—Te amo.

Abrí los ojos sorprendido, llevaba meses queriendo decírselo, pero no quería sonar muy precipitado.

—Te amo más que a nada en este mundo—continuó—nunca pensé sentir esto por nadie pero sin ti estaría perdida, eres más de lo que merezco y no podía pasar un día más sin decirte lo que significas para mí.

Las lagrimas inundaron sus ojos y resbalaron por sus mejillas.

—Ey no llores. Gabriella eres lo más importante en mi vida y también te amo.

La besé, pero contrario a lo que imaginaba su cuerpo estaba rígido, parecía que no había llegado ahí su conversación. Puso su mano en mi pecho y volvió a suspirar.

—Ya tengo el dinero para volver a Nueva York—soltó de repente.

Sentí un hueco en el pecho, esa noticia no la esperaba tan pronto, aunque sabía que en algún momento pasaría, estaba tan enamorado de ella que era de las cosas que mi mente prefería no recordar.

—Pero esto no es el final—sujetó mi mano—Zac, esto es solo el comienzo de nuestra vida juntos.

Parecía muy optimista, pero yo sabía que solo era para reconfortarme, así que fingí una sonrisa.

—Yo no tengo dinero para viajar a Nueva York, Gabriella.

—Pero yo volveré, te lo prometo.

—Tú familia también necesita el dinero de tu trabajo—le recordé—a menos que seas millonaria y me hayas mentido todo este tiempo.

Intenté bromear pero no le dio risa, al contrario, negó con la cabeza indignada.

—Confía en mí—suplicó—nos volveremos a ver pronto.

No tenía más que decir, no le quitaría la ilusión, pero sabía que aunque ella lo intentara en algún momento me diría que no le era posible volver.

Comenzamos a caminar hacia su casa en silencio, hasta que lo rompí con la pregunta obligada.

—¿Cuándo te vas?

—Posiblemente la otra semana, solo tengo que arreglar mi documentación.

Asentí con la cabeza.

—Pero vuelvo en un mes—agregó.

No quise responder, llegamos a su habitación y me negué a pasar, dándole un beso en la mejilla como despedida.

—No te vayas—pidió.

Cuando te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora