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Y si quieren saber de mi pasado es preciso decir una mentira

Narra Vanessa

El olor a etílico hizo que mis ojos se pudieran abrir poco a poco, me sobresalté al ver dos pares de ojos mirándome fijamente, uno de ellos eran los azules que había visto antes de perder la conciencia, los otros eran verdes y pertenecían a una chica de cabello castaño.

—Tranquila—susurró la chica sosteniendo una botella de licor y un vaso con agua—te desmayaste pero estás a salvo.

Me senté rápidamente, lo último que recordaba era haber caminado sin sentido por una calle después de que un taxista me asaltara. ¿Cómo se supone que podría creerle a esta niña?

Miré a mí alrededor, estaba en medio de lo que parecía un bar, a juzgar por la barra con las botellas atrás y las mesas altas en todo el espacio. Lo que me faltaba, ahora estaban por secuestrarme.

Miré mis manos, ya no tenían joyas, pero borrosamente recordé que el chofer cerdo me había quitado todo. Lo único que se había salvado era la cadena con la letra H colgando.

—¿Estas bien?—preguntó el chico—¿necesitas que llamemos a alguien?

Parpadeé al escuchar eso. Comunicarme con alguien estaría bien, pero no sabía con quién dado que ni mi familia ni Ashley contestaba y que mi iPhone lo tenía ahora un delincuente.

—Selena—dije en voz alta recordando que me sabía su número de memoria, porque alguna vez fue mío.

Los chicos se voltearon a ver sin entender qué estaba pasando.

—Un teléfono—balbuceé intentándome explicar—necesito un teléfono.

Ambos buscaron sus celulares para prestármelos.

—No—los detuve—celular no.

No quería que les regresaran la llamada si no me contestaban.

—Dame un segundo—pidió el chico.

Lo vi dirigirse a la puerta para hablar con un chico de piel morena y cabello alborotado, con el que al parecer tuvo una pequeña discusión pero al final logró que le diera las llaves que le colgaban del bolso.

Mientras eso pasaba, la chica de pelo café intentaba sonreírme pero sin ocultar que la situación le estaba incomodando un poco.

—Sígueme—me pedio el rubio y yo, con un poco de miedo, lo hice.

Entramos a una pequeña oficina que tenía un sillón de fondo atrás de una mesa en la que había fotos de una chica de ojos azules.

—Aquí puedes hacer tu llamada, estoy fuera por si necesitas algo.

No me dio tiempo de sonreírle puesto que me dejó sola enseguida.

Marqué el número dos veces ya que la primera me equivoqué en un digito. Rogué en silencio tener respuesta por su parte pues en Nueva York deberían ser las 5 am.

—¿Diga?—dijo una voz dulce.

—Selena, soy yo Vanessa

—Vanessa, gracias a Dios que llamas, ha sido un día de locos aquí, ¿qué pasó? ¿Ya estás en Argentina?—sonaba alterada.

—No, iba camino al aeropuerto y me asaltaron—expliqué—me robaron mi pasaje, el pasaporte, el equipaje, es decir no tengo nada. Ayudame a contactar a Ashley para que me pida un taxi, me haga un depósito y pueda volver a casa...

—No creo que eso sea posible—interrumpió.

—Ya sé lo que dijeron ella y Austin, pero no entiendes, estoy en un bar de un barrio horrible y no tengo como moverme...

Cuando te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora