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Narra Vanessa

Abracé a Macarena fuertemente y dejé mis lágrimas en su hombro desnudo.

—Gracias por tanto—sollocé.

—Me da gusto que tu caso se haya aclarado.

—Te prometo que te ayudaré a salir de aquí.

Sonrió con ternura y acarició mi rostro.

—No preciosa, yo ya no tengo a donde ir, esta es mi casa ahora y como puedes ver, sé defenderme. Tú ve y recupera tu vida.

Me dio un beso en la mejilla y me acompañó a la reja principal. Sentí un vacío enorme al dejarla sola, pero no tenía intención de quedarme ni un segundo más. Algunas otras chicas se despidieron desde sus estancias, incluso con las que llegué a tener problemas, en ese momento ya no importaba nada pues al cerrar el portón concluía este capítulo.

Esperé en la recepción para recoger mis cosas que entregué al llegar. Me dieron la chamarra negra y algunos dólares, ambas cosas eran de Alexandra así que no me la puse, la guardé en una bolsa negra y con ella en mano salí a la camioneta que me conduciría a casa de mi mamá, pues apenas iniciaría los tramites para recuperar mi departamento.

La fuente de la entrada que adornaba la glorieta me daba la bienvenida al igual que algunos empleados de la casa, principalmente mi nana que fue quien corrió a abrazarme.

—Mi niña, ya estas en casa—me llenó la cara de besos—tu habitación te espera y te preparé la tina como te gusta.

—Gracias—fueron las únicas palabras que lograron salir de mi boca en medio del nudo formado en mi garganta.

Ninguno del resto del personal llegó a contacto físico conmigo, en parte porque sabían que me incomodaba, pero sobre todo porque mi nana me cubrió con sus brazos conduciéndome hasta el interior. Sonreí al ver cada detalle de la casa, los acabados de mármol, las pinturas importadas y los grandes ventanales. Una vez sola en mi habitación seguí admirando cada detalle que en su momento no valore, crucé la estancia descalza para sentir la cómoda alfombra, acaricié la caoba de los muebles y al llegar a la cama me dejé caer en mi colchón. Después de un rato de ver el techo, decidí ir al jacuzzi de mi baño, saqué las toallas bordadas con mis iniciales y al cerrar el cajón se movieron varias piezas del alhajero que ahí se encontraba. Entre ellas se camuflajeaba una argolla de fantasía que por su brillo falso delataba que no pertenecía ahí, Zac me lo había regalado con tanto amor que la conservaría siempre, pero por el momento no la sacaría de ese lugar.

Disfruté del agua caliente, las sales y la presión golpeando mi espada. Pasé horas acariciando mi cuerpo con una esponja, vi mis tatuajes y no podía creer que me hubiera atrevido a hacerlos, pero cuando te dicen que pasaras 25 años en prisión las marcas en tu piel son las que menos importan. Después del baño me dispuse a dormir, no tenía ganas de comer ni de hacer otra cosa, mi mamá y Selena seguían fuera del país por instrucciones de los detectives pues aún faltaba el resto de los cómplices de Austin por atrapar.

Como mi caso fue muy mediático, el que ahora estuviera libre subía el rating a cualquier televisora y era tendencia en todas las redes sociales, así que decidí al día siguiente dar una declaración y para eso me hacía mucha falta descansar.

Narra Miley

Entregué mi examen y salí para la casa. Era lo ultimo que faltaba para terminar la universidad, así que con eso podría decirse que solo era cosa de tiempo para tener mi titulo de Abogada. Por este motivo mis amigos habían organizado una cena en la casa de Alexandra, era un día importante porque además Zac se reuniría con nosotros después de un año.

Cuando te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora