– Carolina llevó a Raúl a urgencias. Tenía un cardenal en el ojo y el labio partido.
– ¿Está bien?
– Sí, sólo un poco asustado, pero sí estaba bien.
– De acuerdo.
– Te llevaré a casa.
– Bien. –Aunque lo que realmente mi boca quiere decir es: ¿En dónde está Nick?
– Nick se fue con sus padres –dice de repente, como si fuera un tema del que ya veníamos platicando–. ¿Está pasando algo entre ustedes?
– Bueno... No sé lo que estoy haciendo exactamente.
– Ten cuidado con él.
– ¿Me lo dice por lo que pasó con Raúl?
– No –dice muy seria al abrir la puerta de la camioneta–, te lo digo por qué, por qué... Bueno, porque es algo que se dice siempre cuando uno empieza a salir y a enamorarse de un chico.
– ¿Qué?
– No soy tonta, Miel. Sé que le dijiste al director que Nick no tuvo nada que ver esta vez, pero aun así agradezco tu sinceridad.
– Carolina no.
– Estaba furiosa, pero no tanto como lo está con Raúl. Le dieron dos semanas de castigo y de trabajo comunitario. Pudo haber perdido la beca.
Me quedo callada mientras Sarah arranca la camioneta. Pienso en lo que pasó el día de hoy; mi mente pronto procesa lo que me dijo hace unos minutos:
¿Enamorarse? Supongo que sí estoy un poco enamorada; hace rato pensé que lo había perdido, ¿así se siente el amor, no? Me pregunto si mi padre, o mi madre se sintieron así el uno por el otro antes de que todo se fuera al traste.
El departamento está vacío. Se siente diferente, como si algo malo hubiera pasado hace años, o algo malo hubiera hecho alguien hace poco. Ahora mismo me siento con ambos pies de plomo cuando Sarah se cambia a la velocidad de la luz y dice: <<Voy a ir al hospital.>>
Sigo con la mirada perdida por unos cuantos segundos hasta que me dispongo a moverme.
Me doy un baño, me cambio y hago la misma rutina de hace varios años. Casi se me olvida pedir los deberes; por suerte que varios compañeros que les encantó como cante en la fiesta me ayudan a ponerme al corriente.
Tras varias horas en las que me las paso estudiando... un mensaje me llega. Nick.
¿Me abres?
Vete.
Por favor ábreme. Te necesito.
No puedo negarme. Quiero verlo, incluso cuando ya planeé varias maneras en las que lo mato, lo revivo y lo vuelvo a matar, mi corazón y mi mente demandan con verlo. Si nos vamos a pelear, también lo quiero ver.
Le abro la puerta del edificio y no tarda nada en llegar hasta aquí.
Sus ojos grises, llenos de arrepentimiento, por poco me hacen olvidar el por qué estoy tan enfadada con él. Obligo a mis manos a quedarse quietas cuando le observo con más detenimiento su cara: tiene una ligera cortada en la mejilla izquierda y en el labio superior derecho está roto.
– ¿Puedo pasar?
– No.
Me ignoró. Me puso en un estado de miedo. Por poco me hace querer tirar la puerta del director para poder entrar. Me puso en una situación humillante. Me puso con explicaciones para Raúl y Carolina. Yo voy a ser la que va a tener que dar la cara enfrente de ellos para que me dejen verlo.
– ¿Estás consciente de lo que hiciste? Me acabas de dar la excusa perfecta para no volverte a hablar.
– No hablaras en serio.
– Lo que hiciste hoy...
– ¿Qué querías? ¿Qué no hiciera nada mientras me golpeaba? Porque no me pusiste muchos peros cuando golpeé a los chicos de la fiesta.
– Eso era diferente.
– Eres una hipócrita.
– ¡¿Disculpa?! –alucino.
– Te molesta que me haya defendido de la bestia andante que es Raúl, pero no dijiste nada cuando aplique la misma técnica con los mandilones de la fiesta.
– ¡Largo! –le espeto.
—¿Ves? Hay vas otra vez de víbora.
– ¡Lárgate de aquí!
– ¿En serio quieres que me vaya? ¿Después de todo lo que hemos hecho vas a echarme?
– No me importa –miento–. Lárgate. Si sólo viniste a terminar de...
Me corta la respiración con sus labios de un momento a otro. Nick me empuja y me atrae a sí con una mano en mi nuca y la otra en mi cintura. Me tiene atrapada con sus labios, e hipnotizada con su simple tacto. Estoy enojada con él, eso sigue sin cambiar, pero tampoco me había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos; sin pensar muy bien en lo que estoy haciendo, lo abrazo y lo pego más a mí de lo que ya es posible. Tengo puesta una camiseta sencilla sin sostén y unos pantalones pegados.
– ¿Sigues enfadada? –pregunta con la boca pegada a la mía y la respiración algo acelerada.
– Sí.
Tenemos la respiración agitada y los pechos subiendo y bajando sin ningún pudor por la cercanía de nuestros cuerpos.
– No te enfades conmigo, por favor. –Me besa con más lentitud que antes y me acaricia la barbilla partida.
– Me estuviste ignorando.
– No. Me metí a bañar cuando llegue a casa, deje el celular en mi cama y cuando termine ya no estaba.
Esa es una buena explicación, o una buena excusa para su comportamiento.
– Te juro que es cierto.
No sé si confiar en él; sin embargo, hoy sus hermanos y Lucía me demostraron de lo que son capaces, ¿y si Daniela o Gabriel tomaron su celular? Eso es posible. Aún no me puedo creer que en serio se atrevieran a culpar a su medio hermano, lo que hicieron no tiene la más mínima explicación. Bueno, entiendo su enfado, pero sigue sin parecerme correcto.
– Cuando te vi en la cafetería con todos ahí sentados..., me dio miedo de que mi hermana te fuera a hacer algo, o de que Gabriel te hiciera o dijera algo...
– Shhhh, tranquilo mi amor –le beso con cuidado el labio partido para callar sus lamentos.
Ya no quiero hablar de lo mismo, nos acabamos de pelear y de reconciliar, tampoco quiero añadir a la lista un miedo por su parte.
– ¿<<Mi amor>>? –pregunta al olvidar lo que acabamos de discutir.
– Sí, porque eres mío, y eres mi amor. Mi amor –lo beso una vez más.
– Me pones en desventaja.
– ¿Por qué? –pregunto con voz coqueta.
– No se me ocurrió antes. Siempre te llamo: Miel, o princesa.
– A mi me gusta.
Me sonríe por enésima vez desde que lo conozco y me vuelve a besar por tercera vez el día de hoy. Sé que casi no hablamos de nuestros problemas entre pareja, pero por esta vez, voy a dejarlo estar.
A pesar de que mi mente demande por preguntarle sobre los dichosos dos años en los que estuvo en una clínica de rehabilitación, dejo todo atrás.
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Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️
Подростковая литератураCuando Miel recibe la golpiza de su vida, decide irse a vivir lo más lejos posible de su padre. Encontrará consuelo en su tía Andrea, quien le ayudará a escapar a la Ciudad de México en donde reside la disfuncional familia de Raúl, los que le darán...