36. Se me da mejor escribir que hablar, ¿no es cierto?

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     Me volteo, pero sólo para verlo, dado que no quiero soltarme de su agarre. Con él me olvido de lo que mi padre me hizo hace años; me olvido del por qué le tengo tanto miedo a que me sujeten.

– ¿A dónde vas?

– A mi casa... Bueno, al departamento.

– ¿Por qué?

– Porque hay es en donde están mis cosas y en donde vivo.

Sus ojos grises me tienen justo en donde me quieren. Me acerca lo suficiente como para que nuestros pechos se toquen, pero no tanto como para que estos se separen. Le pongo la mano en su espalda y veo que él hace lo propio. En menos de un segundo, vuelve a besarme, es un beso corto y suave. Me besa otra vez cuando ve que mi boquita sigue abierta. Me quedo absorta por sus carnosos y húmedos labios que encajan perfectos con los míos. Me gusta que me bese así, aunque también me gusta que pierda la paciencia y que sólo se dedique a lamerme la lengua y a tocarme en todas las partes del cuerpo.

Es el primer chico que me besa en mi vida, es el primero que dejo tocarme más allá de los muslos, es el primero que me ha tomado por sorpresa y que me ha dado calor. Es alucinante, y eso me pone en una categoría de desventaja al estar con él, pero no me importa, tampoco veo que a él le importe mucho en realidad.

– ¿Ya me perdonas? –pregunta con la boca pegada a la mía.

– No –digo, pero mis ojos le indican lo contrario.

– No quería decir todas esas cosas.

– Lo sé.

– No eres sólo una distracción, Miel. Yo disfruto mucho... estando cerca de ti. Te extraño cada minuto que no paso contigo.

No sé si creerle.

– ¿Ese mensaje? –inquiero.

– Se me da mejor escribir, que hablar, ¿cierto?

Me rio por lo bajo, y él me sigue gustoso. Sus labios son cálidos, al igual que todo el resto de su cuerpo. Sus manos van de arriba abajo, incluso un poco más... Mete la mano por el dobladillo de mi falda, y se me pone la piel chinita. Nuestros besos son apresurados y un poco más torpes, pero sigue moviendo la mano y jugando con sus dedos al tocar el elástico de mis calzones.

Se me escapa un gemido al sentir que su otra mano se cuela por debajo. Un ardor se mezcla en mi interior al volver a sentir sus dedos sobre mi sexo. Mis piernas tiemblan, y mi boca queda abierta. Sus labios me queman la piel, y sus dedos me rozan lo justo para quedarme con ganas de más.

Me toma de las piernas, y las enrosca en su torso. Sigo con las llaves en mi mano, y eso me recuerda que debería irme al departamento. Carolina y Sarah cuentan con que vaya detrás de ellas, pero mi subconsciente me recuerda que ellas se fueron hace mucho, y que daría igual si me quedo, aunque sólo sea un rato más. Sólo quiero que me siga besando, por favor. Es lo único que pido.

No hay nadie en la sala y tampoco en ningún rincón de lo que queda del lugar. Mi cuerpo sube y baja por la excitación del momento. Nuestros besos son perfectos por la agitación.

– ¿Ya me perdonas? –pregunta una vez que llegamos al pie de la escalera.

– No. –Lo perdone desde hace tiempo, pero no quiero que crea que va a ser así de fácil.

– Por favor –me suplica.

Quizás sea su desesperación, lo que me lleva a asentir ante su disculpa. No quiero que se preocupe, y tampoco quiero frenar nuestro beso–manoseo. Me vuelve a besar en agradecimiento.

– Nick –exalo–, tengo que irme.

– No me dejes solo. Quédate un rato más... conmigo.

Me relamo los labios al pensar en los pros y contras; quiero estar con él todo el tiempo posible, pero tampoco quiero quedarme si voy a ocasionar problemas en el departamento. Quizás un rato... no me haría daño. Además, mi suéter está en su cama, así que de todas formas tengo que ir.

Asiento con la cabeza una vez que me decido.

Nick suelta un enorme suspiro de alivio. ¿Qué fue lo que dijo Juan Carlos? Ah, sí... <<Debes gustarle mucho>>, con esas palabras me quedo, así que voy a conectarlas con esté alivio.

Subimos por las escaleras hasta llegar a la entrada de su habitación.

Una vez adentro, deja que mis pies toquen con cuidado el piso; me siento tremendamente liviana. Cierra la puerta con seguro y me busca en la oscuridad, sus labios se encuentran fácilmente con los míos y empieza a besarme con mucha más pasión que antes. Me guía hasta la cama y me tumba con cuidado, sin depegar ni un solo minuto nuestras bocas.

Se me corta la respiración cuando vuelve a meter sus dedos por encima de mi ropa interior y comienza a subir y a bajar la mano a modo de vértigo. Hago lo mismo con su entre pierna, subo la mano con miedo, pero pronto empiezo a tomar aire cuando lo acaricio hasta notar que se le ha puesto dura. Mis ojos se abren de par en par cuando noto su erección contra mi mano. Tiene las pupilas dilatas cuando me mira. Sus ojos se han tornado azules por el placer. Su otra mano me agarra una teta, le clavo las uñas en la tela de su sudadera en cuanto la presión en mi vientre va en aumento.

Me quito el overol cómo puedo hasta sólo traer puesta la camiseta blanca, con la ropa interior de por medio. Nick me besa la comisura de la boca hasta dejar marcas rojas en toda la forma de mis labios. Me muerde el labio inferior y me quedo paralizada por semejante gesto que me deja con la respiración cortada.

La camiseta queda arremolinada en el piso. Se apoya sobre sus rodillas, mientras me mira con deseo y con ambas manos en mis muslos. Todo el pudor que sentía hace un minuto se fue.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora