83. Niña tonta

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Quiero escribirle a Nick sobre lo que me pasó hoy, pero ni siquiera sé cómo iniciar. Al final no puedo hacer nada salvo esperarlo en el estacionamiento.

     Sujeto con fuerza el colgante que me dio como promesa el día de mi cumpleaños; la promesa de quedarnos juntos, de ser parte el uno del otro. Le entregue mi alma, le confíe mi cuerpo, todo fue desde un principio: sin ataduras y sin falsos compromisos. Nick jamás me lastimaría, lo sé muy bien. Él dijo que yo soy la primera que deja que lo toque, la primera con la que realmente se entregó. Es mío.

     Al ver el auto Aventador color rojo acercarse, me apresuro a abrir la puerta del copiloto. Le veo sus hermosos ojos grises, y de inmediato recuerdo lo que me interesó de él en primer lugar.

–      Buenas tardes, princesa –me saluda en un tono de lo más normal.

–      Hola –el mío es el que sufre de armonía.

–      ¿Todo bien?

–      Sí.

–      ¿Segura? –vuelve a preguntar. Debo cambiar la cara o si no se dará cuenta de lo que Lucía me comentó.

–      Estoy bien –me apresuro a besarlo para distraerlo de sus preguntas.

–      Bien –dice más tranquilo.

     Cuando pone el auto en marcha me dejo caer en el asiento un poco menos nerviosa de lo que en realidad estoy. Lucía sólo habló por hablar, y de seguro se quedo con la imagen de un viejo Nick.

     Mi chico ya no es así, es diferente, estoy segura. No conocí al Nick malo y ebrio enojado con medio mundo que intentó suicidarse y al final acabo en una clínica de rehabilitación psiquiátrica al ver a su madre tras varios años de abandono. Sí, seguro Lucía sólo me repetía lo que ya sé de él. No debo preocuparme por eso.

     Al llegar a su casa, Nadia está cocinando una especie de champiñones y chiles que van en una sartén. Nick me lleva de la mano hasta su cuarto; puedo escuchar música tras la habitación de Daniel, la de Daniela tiene las sombras de sus pies paseándose por su cuarto y la de Gabriel está en silencio.

     Cuando cierra la puerta, se quita la sudadera, la avienta en su sillón y se sienta en la orilla de su cama. No me gusta nada el modo en cómo me esta mirando.

–      Me vas a decir qué te pasa, Miel.

–      No me pasa nada.

–      ¿Segura?

–      Sí. –Está nervioso–. ¿Por qué tan insistente?

–      Porque cada vez que pones ésa cara –dice al señalarme–, significa que estás molesta conmigo.

     Ya se está enojando otra vez.

–      ¿Disculpa? –Ya estoy alzando la voz.

–      Cuando te enfadas pones ésa cara y me haces sentir mal.

–      No pongo ninguna cara –le respondo–. Ésta es mi cara normal, ya deberías saberlo Nick.

     Estoy frustrada y cansada. No se me hace fácil mantenerme serena cuando a Nick se le ocurre fastidiarme a propósito.

–      ¡Claro que lo sé, Miel! –exclama–. ¡Pero cada vez que tú te enfadas, me pides que me vaya o simplemente te largas! Te comportas como una niña berrinchuda y personalmente eso me harta.

–      ¡¿Cómo?! –le grito.

–      Además... ¡Tú te enojas cuando yo no comparto nada! ¡Pero está bien porque tú te puedes guardar tus secretos! ¡¿No?!

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora