Nick me deja de pie cerca de la cama matrimonial. Me da un beso en la mejilla y me susurra dulcemente:
—No te muevas —hago caso.
No pongo «pero alguno» cuando me quita el suéter, y lo deja tendido sobre un sofá de madera, con una colcha blanca y cojines del mismo color. La blusa sencilla sin sostén me deja la piel de gallina. Nick se quita la sudadera y la camiseta. Baja hasta mis botas y me las quita, también se descalza las suyas, y me baja los vaqueros. Me besa con lentitud los muslos desnudos, cierro los ojos por acto reflejo y lo tomo del pelo. Nick me mantiene quieta con ambas manos en mis glúteos, y me baja los calzones mojados. Me separa las piernas con cuidado y él instala la cabeza entre ellas.
– Que bien sabes, amor –dice al momento de pasar su lengua por todo mi sexo.
Obligo a mi boca a mantenerse cerrada y a mis piernas en su mismo sitio, mientras él termina de regalarme su lengua en pequeñas dosis. Me quita la blusa sencilla de tirantes y va con mis pezones.
– Trata de mantenerte callada, Miel –dice al tiempo en que se me escapa uno que otro gemido por sus dientes en mi senos. Me encanta que me muerda, es una de las cosas que más me gusta que me haga.
Nick me acaricia mi piel bronceada y yo trato de quitarle los pantalones y el bóxer. Se deja.
– Que te dije de no moverte –me regaña en broma.
– Lo siento –musito contra su piel.
Le beso el cuello, le acaricio con cuidado sus cicatrices, le lamo una que otra y le dejo un chupetón en su abdomen bajo; sé cuanto le gusta que le haga mamadas, así que hago de todo por meterme toda su verga en la boca. Subo y bajo mi cabeza hasta que siento que vibra en mi boca, y le paso la lengua por todo su pené y le limpio el semen que ya se le está formando en la punta.
– Miel –dice ahogadamente mientras me toma del pelo–. Quiero cogerte, amor. No quiero que sólo hagas...
No lo dejo acabar, me detengo y me incorporo de una sola sentadilla. Lo tomo de la mano y lo guío a oscuras hasta el borde de la cama. Me apresuro a acostar mi cuerpo completo y a dejar mi cabeza reposada en la almohada suave que tiene la cama.
– Qué bella eres, Miel –dice al regalarme un beso en el lunar de mi rodilla–. Eres perfecta para mí, mi amor. Eres la única a la que he amado jamás, eres la única a la que realmente quiero.
– Nick... –suspiro–. Te amo. Eres tú, el único en quien pienso.
Me besa más veces de las que pude haber soñado en nuestros momentos de intimidad. Toma el condón de la mesita de noche y se lo pone a gran velocidad.
– Ahhh –gimo al sentirlo entrar y salir de mí–. Ahhhhh.
Estoy en la luna por sus embestidas, estoy en el cielo por tremendo gozo, estoy en mi punto más alto de sensibilidad por el placer que le aporta a mi cuerpo. Ya no me duele, ni en lo más mínimo, y no me resulta pesado. Trato de imaginar nuestros cuerpos unidos, nuestros cuerpos sudados, nuestros cuerpos perdidos y encontrados.
Gimo más fuerte cuando va subiendo el nivel. Es indescriptible lo que siento, lo que sigue después de sentirlo, y lo que probablemente sentiré después de esta primera vez en la que paso disfrutando de su fuerte cuerpo, de mi frágil piel, de sus labios con los míos, de sus mechones en mis ojos, de sus manos subiendo y bajando por mis pantorrillas. Nick es mío. Nick es mío para toda la vida.
– Ya no duele, ¿verdad? –afirma y pregunta a trompicones mientras entra y sale de mí en la oscuridad.
– No. –¿Esa he sido yo? Ahora mismo siento que mi alma se salió de su cuerpo.
– ¿Me quieres?
– Sí. Siempre. Siempre, Nick. –Tengo los ojos cerrados desde que inicio.
Me tomo los círculos a mis caderas como una muestra de su amor. Él sabe que me encanta lento, suave, sin prisa porque termine. En nuestros momentos de intimidad, sabe que me gusta ir rápido, pero que me encanta ir lento a la hora del sexo.
Gimo su nombre más veces de las que me acuerdo cuando el orgasmo se apodera de mí. Nick me sigue unos segundos después, cuando sabe que yo ya he acabado. Se desploma sobre mí, sudando, jadeando al igual que yo, besándome perezosamente los hombros desnudos y el cuello. Le acaricio el pelo, le hago piojito y le beso el sudor de éste.
Sale de mí después de unos segundos de silencio, se deshace del condón y tira el envoltorio al cesto de basura. Se reclina sobre su codo, mirándome, con una pequeña sonrisa. Termina por acostarse de lado, viéndome con admiración, amor, temor, tranquilidad. Me pego a él y le acaricio las cicatrices de su pecho y sus bíceps. Nick se duerme al conectar los lunares de mi brazo.
Yo me quedo despierta al leer los últimos mensajes de mi celular y al envíar uno a mi padre y a Carolina y Sarah. Sólo digo que he llegado, y que van a ser las dos semanas más estresantes, así que no voy a poder atender el celular muy seguido.
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Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️
Ficção AdolescenteCuando Miel recibe la golpiza de su vida, decide irse a vivir lo más lejos posible de su padre. Encontrará consuelo en su tía Andrea, quien le ayudará a escapar a la Ciudad de México en donde reside la disfuncional familia de Raúl, los que le darán...