70. No es necesario, el lugar es mío

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Al calmar el ataque de ansiedad, me miro en el espejo una vez más. Respiro tres veces antes de mojar la palma de mi mano y colocarla encima de mi nuca. Hace calor. Le doy un pequeño retoque a mi maquillaje, y me peino con los dedos mi cabello lo más que puedo. Justo cuando hago ademán de hacerme una coleta de caballo, me acuerdo de que no traigo mi liga en mi muñeca, así que me vuelvo a acomodar la melena castaña y salgo al mundo real.

     Hay poca gente, visualizo al chico con el que casi me tropiezo y continuo con mi camino. Llego a la parte más alejada del restaurante y, unas voces me detienen:

–      ¿Qué intenciones tienes con mi hija? –pregunta muy serio.

–      Sólo buenas.

–      ¿Y esas son...?

–      Las suficientes para darle un futuro a nuestra relación.

     Mi padre está teniendo una charla a modo protector y eso me enfurece, ¿quién se cree que es para preocuparse por mí?, no lo ha hecho en años, así que... ¿Qué razón lo motiva ahora? Él no es nadie para protegerme, no es nada mío.

–      ¿Tienes relaciones con mi hija? –Siento una explosión combinada de raras emociones; una parte quiere gritar; la otra pretende esconderse y dejar que terminen de hablar; una quiere salir corriendo; la otra tiene la necesidad de pegarle un buen puñetazo a mi padre.

–      Yo quiero a su hija. No, más que eso..., la adoro, la amo y la respeto –siento una explosión de amor y unas ganas tremendas de que me haga el amor–. No estoy aquí para explicar mis razones a un extraño, sin mencionar la tóxica relación que tiene con su esposa y Miel. No. Estoy aquí por qué a Miel le asusta, le da miedo quedarse a solas con usted, y la pone de los nervios con su presencia.

–      Yo ya cambié.

     No puedo verle la cara a ninguno de los; pero me imagino que la de mi padre es como la de un profesor, regañando a su alumno mal portado; la de Nick vendría siendo relaja, sin ninguna prisa por terminar la clase.

–      No. Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza.

–      Te crees muy inteligente, ¿no?

–      Soy inteligente. Atraigo lo que quiero, y lo que quiero es a ella.

     Me reclino contra la pared de ladrillos y termino de escuchar lo que mi chico tiene que decir.

–      Es obvio que tienes problemas de actitud, joven. ¿Cuántos años tiene? ¿Treinta?

–      Veinticinco.

–      Eres muy grande para ella.

–      ¿Cree que eso le importa? –pregunta en tono sarcastico.

–      Sé que Meli es demasiado lista para darse cuenta de que no tiene futuro con alguien como tú. ¿Cómo sé que no la lastimaras?

–      De entrada, yo nunca le haría lo que usted le hizo a los siete años. Yo jamás le tocaría ni un solo pelo. Jamás le haría lo que usted le hizo a su esposa.

     Mi padre se ha quedado mudo.

–      ¿Qué? ¿Pensaba que no me había contado nada hasta el día de hoy? Por favor, le voy a pedir que quite esa cara y siga fingiendo que tiene todo bajo control. Las personas como usted, no se merecen nada a cambio de unas cuantas palabras sin disculpas; pero el corazón de su hija es tan grande, que puede hacer a un lado su orgullo con tal de dejar pasar el suyo –sonrío–. Sólo le voy a dejar en claro: no pienso dejarla y no pienso hacer a un lado mi instinto asesino en contra de usted. Si no está muerto ahora, es porque no quiero pasar el resto de mi vida en la cárcel, esperando cada fin de semana la visita de Miel.

–      Tienes mucha osadía en hablarle así al padre de la chica con la que sales.

–      Padre es aquel que salva y ama, no el que ahoga y corre a sus hijos de la casa.

     No sé que decir.

–      Si reconoces que tengo algún secreto, es porque muy probablemente también escondes algo... ¿Qué escondes Nick? Sea lo que sea, mi hija te lo va a sonsacar. Hermenegilda siempre consigue lo que quiere, esa es una de las cosas que admiro tanto de mi hija. No sé cómo pero siempre consigue que todos hagan de su voluntad.

–      Esa es la primera cosa inteligente que le he oído decir en estas tres horas que lo conozco.

–      Nick –me hago presente en la mesa–. Se me olvidaba que tengo que ir a la universidad por unos libros de texto.

–      Claro, amor.

–      La cuenta la pago yo –dice mi padre.

–      No es necesario papá.

–      ¿La va a pagar tu novio? –pregunta de forma despectiva hacia Nick.

–      No –dice–, no es necesario pagar. El lugar es mío.

     La cara que mi padre pone no tiene precio.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora