62. Te deseo [+18]

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Nick tira de mi cabello y me besa. Su lengua cálida y apresurada baila en mi boca. Mi mano restriega su virilidad, y un gruñido de placer y dolor se ahoga entre nuestros besuqueos. Se le tensa el cuerpo, y a mí se me humedece el calzón.

Abre la puerta de mi cuarto con el ansia picándole las manos. Me baja de su regazo, mis piernas tocan el suelo de mi habitación, pero no apartamos nuestras bocas ni un centímetro. Lo aparto de la puerta, aún en un ataque de besos y manoseos; no sé cómo, pero consigo cerrarla.

Hecho el seguro presionando el botón de la perilla, y vuelvo a él.

—Te deseo.

No aguanto más, quiero que lo repita. Nick ha despertado algo dentro de mí que nunca creí posible.

Desabotona mi camisa en un apuro, incluso rompe la tela que sostiene los botones por abrirla sin ninguna paciencia. Me quiere ahora, a su lado, me quiere con él, quiere hacerme suya; quiero que lo haga, quiero su piel, sentir los latidos de su corazón, lo quiero dentro de mí. Le quito la camiseta; gruñe, frustrado, al no sentir mis labios en su cuello. Me apresuro a quitársela y a atraerlo de nuevo a mi boca. Va con mi sostén, y yo con su cinturón, y no sé en donde terminan el resto de nuestras prendas mientras me llena la boca de besos y abraza mi piel desnuda.

Me desea, él me desea con tanta intensidad como yo a él. Nuestros pechos se tocan, beso el suyo y él hace lo mismo con el mío; su lengua traza círculos en la areola de mi pezón, llevándome a la locura y rompiendo mi regla de cero jadeos dentro de la casa. La imagen de él, haciendo maravillas sobre mi bronceada piel, me provoca un gemir y cerrar de ojos que no puedo controlar. Su cálida lengua desciende por el valle de mis senos hasta llegar a mi vientre; esto es lo más sensual que he visto en esta vida. Besa mi pelvis, y mi cuerpo entero le responde. Mis manos viajan a su pelo; mis dedos se enredan en éste, y mi orgasmo resbala por mis muslos internos dejándome en evidencia.

Ay, qué vergüenza.

Me sienta en el borde de la cama. Me quita las botas y los calcetines. Se apresura a hacer lo mismo con sus zapatos.

No deja de mirarme en todo el rato que pasamos separados por esos segundos.

Tenemos la respiración agitada y a punto de estallar. Mi cuerpo queda expuesto para él. Mi cabeza reposa en la almohada, y mis piernas abiertas y rodillas flexionadas lo reciben. Se encima en mí con calma y dulzura, memorizando la piel que pronto marcará y le pertenecerá. Una complicidad y confianza nunca antes vista en ninguno de los dos baila en el hilo rojo que nos une. Le toco con cuidado las cicatrices de su espalda, y él me acaricia el vientre con la misma delicadeza.

No tengo idea de cómo pasamos a estar enfadados, a arrepentidos, a estar en mi cama en el mismo día. Así son las cosas, supongo.

Me besa con calma los labios; es gentil conmigo, sé que puedo contar con él. Mi cabeza procesa mentalmente si dar el siguiente paso o no seguir adelante... hoy. Lo quiero, en serio, y sé que él me quiere a mí.

Nos hemos peleado varías veces desde que nos conocimos, pero..., ¿qué pareja no pelea de vez en cuando? Somos felices y eso es lo único que me importa. Soy mejor persona cuando estoy con él. La verdad, he querido entregarme a su vida desde hace mucho, creo que desde el día en el que me dejó ver sus cicatrices. Él me confió primero su cuerpo, y ahora yo he hecho lo mismo, lo he hecho desde que puso sus ojos en mí.

Su dureza reposa cerca de mi muslo. Está caliente, y yo estoy en llamas. Nerviosa y medio cohibida, pero en llamas.

—¿Estás bien? —Su pelo está perfecto detrás de sus orejas.

—Sí —musito.

Mi corazón late como un rayo; creo que lo siente palpitar.

—¿Te puedo hacer el amor, Miel? —me pregunta antes de tomar la iniciativa. Pero lo conozco, y sé que además de tenerme ganas, está igual de nervioso que yo.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora