La amiga de mi tía lleva parloteando por una hora, sin parar. Mejor dicho: Carolina lleva conversando al aire por una hora entera, y sin intenciones de detenerse. Mi pobre tía apenas le puede seguir el ritmo. Habla muy deprisa. ¡Es una parlanchina a morir! Me sorprende que sus pulmones no colapsen.
Su hijo no es nada parlanchín, cosa que agradezco. Estoy acostumbrada al silencio, la soledad, y repentinos bajones de autoestima. Me pregunto si sentiré todas esas cosas de nuevo, pero con más fuerza, ahora que me encuentro lejos de mi mamá y casa. Espero que el obvio ruido en el departamento, no me permita pensar demasiado en ello.
Juego con mis rodillas, y admiro las luces de los edificios que aparecen en el camino. Sonrío sin querer, al ver la altura de las obras y las futuras construcciones en las calles. Sé que es absurdo que me emocione algo como esto, pero todo aquí es tan alto y nuevo para mis ojos, que no puedo evitar la fascinación en mi mirada.
—Herme, ¿qué piensas hacer después de graduarte? —me pregunta Carolina, sacándome de mi bello ensimismamiento. Ese maldito sobrenombre me está colmando la paciencia.
—Meli, por favor, llámeme Meli. —Tengo que morderme la lengua, para no soltar alguno que otro comentario por su falta de respeto—. Quisiera poner mi propia oficina como contadora pública, y en mis tiempos libres dedicarme a la escritura. Siempre me han fascinado las novelas rosas, así que me gustaría algún día escribir un libro... Todo apunta a que puedo conseguirlo. ¿Por qué no intentarlo?
—Herme, eso es muy interesante.
«Me ha ignorado.»
Bueno, no importa.
Admito que es más difícil de lo que parece; me refiero a la comunicación. Desde que tengo uso de razón, socializar siempre ha sido un problema para mí, me da pánico presentarme ante tanta gente o mirar a los ojos a alguien. Mis hermanos no eran así; no señor, ellos podían ir y venir a su antojo, y poner la habitación patas arriba si se les apetecía.
Ellos son... Bueno, eran geniales y extrovertidos. Yo soy más del tipo introvertido.
—Lo bueno es que vas a tener una carrera de la cual podrás vivir bien. Digo, eso de la escritura no sirve para nada.
«¿Cómo dices que dijiste?»
Alucino.
—Todos buscan fama de la manera más rápida, y sin ninguna estructura o disciplina básica para su futuro. Así que es bueno tener una carrera.
«Muérdete la lengua, Miel. Muérdete la lengua», me repito como loca mientras me clavo las uñas en las palmas de las manos.
Dejo correr los segundos... que se convierten en minutos, que... Carolina utiliza para seguir lanzándome indirectas sobre mis opiniones de los libros que más me gustan, y en donde me llama «Herme» un millón de veces, hasta conseguir que la bilis ascienda por mi garganta.
Andrea nos interrumpe:
—Bueno, todos le decimos Miel, desde siempre, cuando empezó a ir a la primaria. Si quieres, puedes llamarla así.
Mi tía parece amansar mi fiera interna, con la mención de mi apodo cariñoso «Miel». Qué gusto ya no tener que preocuparme por su apodo, pero eso no quita que Carolina olvide su discurso sobre: «Las mejores carreras universitarias». Detesto que consideren a la Literatura inservible. Jamás he entendido nada, que no sea Lengua y Literatura, o... a las Matemáticas; esa clase de mezcla sólo se consigue en un millón de años.
—Tu cabello es negro, ¿por qué te haces llamar Miel? —me preguntan a mi derecha, la persona que menos ha opinado en todo el viaje.
La voz de Raúl me saca de mis pensamientos. Despabilo e intento procesar mi respuesta, sin que suene tan rara, como en su momento lo fue la acción, que dio origen a mi apodo.
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Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️
Teen FictionCuando Miel recibe la golpiza de su vida, decide irse a vivir lo más lejos posible de su padre. Encontrará consuelo en su tía Andrea, quien le ayudará a escapar a la Ciudad de México en donde reside la disfuncional familia de Raúl, los que le darán...