Capítulo 30

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Hay pocas cosas como el amor de una madre.

Y aunque no tuviera mucho conocimiento sobre ello había escuchado de otras personas que aquello era inigualable. La calidez distintiva que transmite el abrazo de una madre o el confort de sus palabras al consolar eran algo que probablemente cualquier persona diría al hablar del tema.

Momo había despertado minutos atrás, encontrándose con el niño aferrado a ella en un abrazo. Al final se había quedado a dormir con él para darle seguridad en aquella casa desconocida para él, en esos momentos cuando miraba el rostro dormido y tranquilo del pequeño se preguntaba si él sentía esa dichosa calidez.

Cuando su madre la abrazaba ella no sentía eso.

Y no creía que eso importara tanto.

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—Buenos días, abuela.

La señora Yaoyorozu asintió ante el saludo del niño, Momo tomó asiento en el comedor mientras esperaban que el desayuno fuese servido.

—¿Hay algún pasatiempo que tengas? —preguntó la mayor hacia el niño, Haruo lo pensó bien.

—¿Ver televisión?

—Ver televisión no es un pasatiempo de verdad —respondió la señora Yaoyorozu mientras tomaba un sorbo de jugo— Hablo de leer, dibujar, tocar el piano, escribir, armar un rompecabezas, cosas así.

—Me gusta ver la televisión —se sincera Haruo mientras observa los waffles frente a él— Pero supongo que me gusta colorear también.

—Eso está mejor.

—¿Cuál es su pasatiempo abuela?

—Me gusta leer poesía. —responde con una sonrisa— La poesía es un arte magnífico.

—Ya veo.

—¿Dónde está tu madre?

—A mi lado —responde confundido el niño mirando a Momo, quien solo allanó los labios en espera que no dijese nada más.

—Me refiero a tu verdadera madre —se corrigió alzando una ceja— No sé de donde vienes ni de donde saliste ¿dónde está ella? ¿Qué hay de tu padre biológico?

Cuando me ames | TodomomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora