Capítulo 22

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Sus labios se sellaron en total silencio y el frío de la tarde congeló hasta sus pensamientos

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Sus labios se sellaron en total silencio y el frío de la tarde congeló hasta sus pensamientos. Momo solo entendía dos cosas en ese momento; que su hijo se aferraba a ella de una manera protectora y que el hombre frente a ella, a quien había considerado su amigo por muchos años no estaba mintiendo.

—¡Mamá no puede ser tuya! —le gritó Haruo con miedo, miedo de que aquel hombre de mirada triste le quitara a su mamá y se la llevara lejos. Ante la angustia del pequeño Momo le sonrió forzosamente al niño, tratando de calmarlo.

—Ha-Haruo, calma.

—Yaoyorozu, no puedo creer que de verdad nunca te dieras cuenta —siguió hablando Hitoshi de manera vacilante sin importarle la mirada de Haruo clavada en él— Tú nunca me dijiste que estabas comprometida, ni que te casarías.

—No es algo que haya planeado —se excusó vergonzosa. Sentía que eso de su matrimonio le parecía un chiste a otros.

—Yaoyorozu.

—¿S-Sí?

—Soy mucho mejor para ti que Todoroki —le dijo. Ella volvió a quedarse callada ¿quién demonios pensaba qué era para decirle algo así? Parecía que su orgullo dominaba en esos momentos y se reflejaba en una mirada que parecía devorarla— Pero no te voy a pedir nada. Sólo quiero saber una cosa.

Momo sentía una mezcla de emociones que le hacían sentir de lo peor. Porque no sabía que hacer en aquellos momentos, quería mucho a Hitoshi su amistad era de lo más apreciada pero no podía con esa confesión tan repentina y en un momento en el que realmente no estaba de buen humor.

—Si yo te hubiese pedido una cita antes de tu compromiso ¿me... habrías dicho que sí?

Su voz se quebró al final y aquello hirió a Momo demasiado. No tenía conocimiento alguno sobre lo que debía hacer en una situación así, no quería lastimar a su amigo pero tampoco podía inventar cualquier respuesta. No, no podía permitir que siguiera con aquello.

—Shinsou-san será mejor que se vaya —le pidió, negándose a verlo a los ojos. Ella necesitaba pensar y despejar su mente de tan repentina confesión.

—Respóndeme por favor.

—Por favor, basta —ella le suplicó, se aferró más al agarre de su hijo quien no tenía ni idea de que hacer para evitar que su mamá estuviese triste— En serio, váyase.

—¿Tanto lo amas que no puedes responder? ¿Así que por eso te casaste de un día a otro? —Hitoshi se mordió la lengua, estaba tan ardido en esos momentos porque no podía tener una respuesta de algo tan simple y que para esa mujer no tenía valor alguno.

Shinsou la tomó de la mano para que le viera a los ojos.

—¡Sólo una respuesta pido! ¡Respóndeme por fa-...! —aquella bofetada sonó con tal fuerza que los peatones que iban por la calle se asustaron y se alejaron de ambos.

—¡Suficiente! —esa mirada, esa mirada que tenía Momo le erizó la piel por completo. Y ese golpe lo había dejado sin palabras— ¿Qué te sucede, de repente diciendo que eres mejor que Shouto y forzándome a responder sobre una confesión que me has hecho en un mal momento?

Shinsou quiso refutar, pero Momo llevaba las riendas de la conversación ahora.

—Confesarte sabiendo que ya estoy casada y haciendo este espectáculo frente a mi hijo —Momo sujetó su frente que palpitaba— ¿Es que no piensas antes de hablar?

Por mucho que le doliera ella tenía razón, haber sido sincero frente al pequeño y en un lugar tan público no había sido la mejor opción.

—Lo siento. No se porque pensé que antes de irme debía ser sincero.

Ella lo miró, aún con desconfianza.

—Adiós, cuídate Yaoyorozu —Hitoshi sonrió y pasando a su lado se marchó.

Aquel pesado vacío devoró su pecho, sintiendo la soledad de haber perdido a un amigo. Momo murmuró algo que Haruo no pudo escuchar bien, pero lo que el niño sí sabía era que aquel tipo había hecho llorar a su mamá.

—Mamá ¿estarás bien?

Ella asintió limpiando su rostro para luego sonreír.

—Lamento que hayas tenido que ver eso —Momo se inclinó hasta su altura para hablar cara a cara— Estaré bien, ya no tengo a mi amigo pero no estoy sola. Estas son cosas de adultos, no tienes porqué ponerle mucha atención.

Porque tenía muchos amigos más y porque también tenía a su familia. No podía hacer mucho para evitar el sentimiento de tristeza que la atormentaba en esos momentos, pero debía mostrarse de la mejor manera ante su pequeño.

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Haruo, no le cuentes a tu padre nada. Estas son cosas de adultos ¿de acuerdo?

Recordaba como su antigua madre le decía aquello mientras se iba con el extraño que la esperaba en un coche fuera de la casa. En aquel momento no entendía porqué su madre se iba con esa persona cuando su padre no estaba en casa.

Lo único que sabía era que él quedaba totalmente solo en aquella casa. Y que las cosas de adultos, si eran mencionadas, solo le traerían más soledad y más problemas.

Cuando aquella mujer que le tomaba la mano y tenía una triste mirada en su rostro le dijo que eran cosas de adultos, recordó a su otra madre y entendió que no debía decirle nada a nadie.

Ni siquiera a su padre quien ya había llegado en el auto y se había detenido frente a ellos.

Durante todo el trayecto de regreso a casa, Haruo trataba de comprender porqué su abuelo se había enojado tanto. Él pensaba que los abuelos eran personas arrugadas y amables que le ofrecían dulces a todo el mundo y que olían a pasas.

O bueno, en los cuentos los abuelos eran así.

Pero la persona que había conocido no era amable, no le ofreció ningún dulce y dudaba realmente que oliera a pasas.

Estaba tan metido en sus pensamientos que cuando se dio cuenta, ya estaban entrando en la casa. Sin decir nada se fue a su habitación para jugar con sus juguetes.

Sin embargo estaba tan atascado en pensamientos sobre ese asunto de que eran cosas de adultos, que terminó recordando a su otra madre.

Aunque ella lo abandonaba en casa solo, no le tomaba mucha importancia a sus trabajos de la escuela, aunque ella no le hubiera dicho adiós cuando tomó su maleta y se fue.

Él la extrañaba, las lágrimas que brotaron de sus verdes ojos se lo decían.


Cuando me ames | TodomomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora