Bad; j.b

23. Haciendo lo correcto

''Esta es la Kate verdadera, cielo.''

Justin Bieber 

Mientras conduzco a una velocidad no apta, mi mente viaja a su antojo entre recuerdos, lo que no me sorprende es que todos ellos tengan relación con Cassie. La manera en que sus ojos y los míos se conectaban cuando lo hacíamos, como la piel se me ponía de gallina cada vez que me acariciaba con la lleva de sus dedos, cómo se me aceleraba el corazón con todos y cada uno de sus besos pero sobretodo, lo bien que me sentía si sabía que ella estaba cerca.

Que alguien te haga sentir cosas sin ponerte un dedo encima, eso es admirable.

Por un momento siento una opresión que me aprieta el pecho, aunque lo ignoro al momento en el que vuelvo mi atención a la carretera. No me daba cuenta de a la velocidad a la que iba hasta que me salto un semáforo en rojo por toda mi cara, escucho frenazos en seco y las bocinas de los coches de las personas a las que casi les provoco un accidente. 

Hago una mueca y acelero sin mirar atrás. Joder, paso de que me cojan la matrícula y me multen, nada más me faltaba eso ya. Después de cinco minutos más al volante me encuentro aparcando como quiero frente a la acera de la casa de Kate. Veo el coche de sus padres aparcado frente a la puerta cerrada del garaje, pero me da igual que estén en casa. 

¿Son idiotas o que? Tienen garaje y dejan el coche aparcado fuera.

Concéntrate Justin, no has venido a juzgar las razones de porque los padres de Kate meten o no el coche en el garaje.

Sacudo la cabeza y miro al frente. Estoy más serio que la guardia de Buckinham palace, y no es para menos, no sé como va a terminar esto, ni que va a pasar, ni como reaccionará ella. A veces puede ser muy dramática, sobretodo con este tema. 

Avanzo con pasos decididos hacia la puerta de color caoba  adornada por una aldaba en forma de león. Doy un suspiro y cuando suelto todo el aire, me animo a mi mismo a agarrar el aro que rodea la cabeza del animal y doy tres pequeños pero fuertes golpes. Me muerdo el labio con fuerza antes de mover mi mano para volver a picar, pero me quedo a media acción porque de repente la puerta se abre. 

Respira hondo. Respira hondo. Me repite mi subconsciente. 

Detrás de la puerta se asoma un hombre de mediana edad, con barba de dos días y unas gafas de leer sujetadas por una nariz exactamente igual a la de que supongo es su hija. El hombre frunce ligeramente su entrecejo mientras lo miro y con una parsimonia que casi me pone de los nervios se quita las gafas. Abre la puerta aún más dejándome ver un poco más el interior de la casa.

—¿Quien es papá?—ese tono de voz dulce que llamaría la atención de cualquiera, incluso la mía, se escucha por detrás del hombre, que mira por encima de su hombro cuando el cuerpo de Kate se para justo detrás de él. 

Ella tarda un momento en procesar el hecho de que yo este en la puerta de su casa y de pronto sus ojos se abren de tal manera que parece que se vayan a salir de sus órbitas. Me la quedo mirando durante unos segundos hasta que su padre habla. 

—¿Te digo la verdad? Ni idea—dirige su atención de nuevo a mi, con una mirada neutra en su rostro, aunque sus cejas siguen juntas en una expresión de confusión.—¿Que se le ofrece, chico? 

La sangre me hierve en cuanto las palabras salen de su boca. ¿Chico?¿Pero que huevos se cree este hombre? No digo nada, porqué tampoco sé que decir, así que casi doy las gracias cuando Kate habla en mi lugar.—Papá, ves al salón, yo me ocupo.