Kara Danvers es, en secreto, la sobrina de Cat Grant. Gracias a que su tía le fue enseñando el mundo del periodismo, Kara sintió una atracción inmediata por las letras. Fue en su primer reportaje, donde se hizo pasar por reportera para conseguir una...
Estaba por salir de CatCo cuando recibí una llamada de Lena diciéndome que me iría a buscar. Por alguna razón sonaba preocupada y me preocupe. Estaba mirando el artículo que termine para dárselo a mi tía para su aprobación pero mi mente estaba en otro lado.
—¿Qué te sucede? —Me preguntó Nia.
Levanté la mirada y suspiré.
—Nada, solo me quedé algo preocupada. Lena se escuchaba rara al teléfono.
—Quizás tuvo un mal día en el trabajo.
—Espero que no haya pasado nada.
Le sonreí y se asomó Cat. Le sonreí y le entregué el artículo.
—Aquí está el artículo.
—Perfecto. —Me dijo y lo miró por encima para luego mirarme—. ¿Ya avisaste a recursos humanos que a partir de mañana empiezas tu ausencia por maternidad?
Asentí y acaricié mi vientre. Estoy de 34 semanas de embarazo, lo que implica que ya estoy de 8 meses. Mi vientre es enorme y parece que tengo una pelota. La semana pasada me habían hecho una ecografía y Liam ya mide 46 centímetros y tiene un peso aproximado de 2200 gramos. Así que mi niño va creciendo. Pero estoy sintiendo mucho cansancio por el peso y la doctora me recomendó tomar la licencia por maternidad ya que él está en posición para nacer. Eso me tiene nerviosa y a Lena también. Quizás es por eso que está así. Lena me vino a buscar y estaba demasiado callada, demasiado. Apenas saludó a Cat y Nia. Fue todo el camino a casa callada y no me atreví a preguntar qué le pasaba. Cuando llegamos a casa, lo primero que hice fue sentarme en el sillón y quedarme quieta tras sentir una patada de Liam cerca de mis costillas sin sacarme el saco. Lena se quitó el suyo con algo de molestia, lo tiró en el sillón y se acercó a la ventana para mirar afuera.
—¿Qué te sucede Lena? Estás demasiado callada.
—Tengo que contarte algo. —Me dijo y se giró para verme suspirando—. Hoy recibí una orden judicial.
—¿Una orden judicial? —Dije y me asintió—. ¿Para qué?
—¿Te acuerdas hace casi dos años atrás cuando te conté que salí con una chica y que me abandonó en pleno acto sexual sin siquiera concretar o empezar nada?
Asentí, recordando cómo me llamo ese día y estuvo en mi casa llorando muy avergonzada porque la habían hecho sentir un monstruo. Me costó mucho calmarla.
—Sí, lo recuerdo. —Dije y su mirada lo dijo todo—. No me digas... Te acusa de haberla dejado embarazada.
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Se rió y asintió con clara molestia.
—Creí que esto de las acusaciones se terminaría pero no... Me tienen harta.
—¿Y estás segura de que no es tuyo?
Me molestaba que la estuvieran acusando otra vez de esto. Era todo por su familia, lo sabía.
