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La noche cae y ya se siente el frío invernal característico de la época navideña. A dondequiera que mires hay nieve. Las plantas y los árboles están cubiertos de nieve, al igual que las carreteras y los caminos, lo que los hace resbaladizos. Todo está cubierto de aquella extraordinaria blancura que hace el paisaje más hermoso de lo que es.

Estabas caminando escuchando tu música preferida hasta que viste una banca y decidiste sentarte para reposar un poco y disfrutar del aire libre. Cerraste los ojos cuando un viento frío y gélido choco contra tu cara, haciendo que tu cabello danzara al compás del aire y tu nariz se pusiera roja.

Recogiste un papel y un lápiz de tu mochila dispuesta a empezar a dibujar el paisaje, pero otra ronda de viento llego, haciendo que el papel saliera volando de tus manos. Mal dijiste por lo bajo y lo seguiste aun sabiendo que sería imposible alcanzarlo, pero no te importo, al igual que cuando tus pantalones se mojaron gracias a la nieve. No dejarías ir a ese mendigo papel.

Ibas corriendo cuando te tropezaste con algo que te hizo caer de rodillas. Miraste tus piernas y quedaste sorprendida al ver un palo largo con una curva peculiar al final, sosteniendo uno de tus pies. Enojada lo tomaste y lo aventaste lo más lejos posible de ti. Ahora ya no tenías idea de donde estaba el papel y para colmo, tenías frío.

A los pocos segundos de haber arrojado el palo de madera, viste unos pies pálidos y descalzos enfrente de ti, poco a poco levantaste la vista y te topaste con un joven que traía unos jeans negros, una extraña sudadera azul con copos de nieve y lo más curioso, unos brillantes ojos azules que te veían enojados y el cabello blanco, tan blanco como la nieve. No debería de tener más de 16 o 18 años, parecía muy joven.

Notaste que estaba furioso, aunque no tenias ni la menor idea del porque. Cogió el palo que arrojaste y después volvió a pararse enfrente de ti, acercándose más y moviéndose de lado a lado, inspeccionándote, mientras tú lo seguías con la mirada. Pronto, una extraña sonrisa fue formándose en sus labios al darse cuenta de que lo estabas viendo.

- ¿Puedes verme...?- El joven pregunto y tú sentiste una extraña curiosidad por él.

- Si- Contestaste insegura.

El joven sonrió ampliamente y te ayudo a ponerte de pie. Una vez que estuviste estable, el chico se alejo unos pasos y se te quedo mirando un largo tiempo. Empezaste a sentirte nerviosa, pensando en que rayos le pasaba a aquel muchacho y luchando contra el impulso de dar la media vuelta y salir huyendo de ahí.

- ¿Estás segura?- Siguió preguntando, mientras bajaba la mirada a sus pies.

- Claro... espera ¿de qué?- Ahora te sentías más confundida que nunca, y tomaste en cuenta la posibilidad de que tal vez el chico estaba loco.

- Sobre si me puedes ver...- El joven añadió mientras tocaba tu barbilla.

- ¡Basta! - Gritaste, estremeciéndote por el frío toque de sus manos- Tus manos se están congelando.

Pusiste los ojos en blanco y empezaste a caminar, aunque no pasaron ni dos segundos para sintieras la presencia del joven detrás de ti. Lo ignoraste olímpicamente y decidiste comprobar si te estaba siguiendo, caminando en círculos y volviendo al lugar donde habías empezado, sin dejar de mirar la nieve, en busca del trozo de papel que había escapado de tus manos hace unos momentos.

- ¿Me estas siguiendo?- Preguntaste con amargura, aunque no podías evitar sentirte incomoda con él.

- Obviamente- Dijo él con una brillante sonrisa. Arrogante y molesto, ¿no te podrías haber topado con alguien mejor?- ¿Qué estas buscando exactamente?

- ¿Te importa?- Respondiste automáticamente, de manera fría y seguiste buscando.

Pasados varios minutos, a pesar de tus intentos por perderlo y caminar más deprisa de lo normal, el joven siguió detrás de ti, para tu molestia.

- ¿Por qué es tan importante para ti?- Agregaste sin mirar al muchacho.

No obtuviste respuesta, sin embargo, escuchaste el ruido de un papel detrás de ti y te volviste rápidamente. El chico estaba parado a unos pasos de ti con una sonrisa satisfecha, sosteniendo el papel que habías estado buscando en la mano derecha.

- ¡Lo has tenido todo este tiempo!- Gritaste enojada mientras caminabas hacia el joven. El se limito a reír y esconder el papel detrás de su espalda. Trataste de arrebatárselo, pero fue demasiado rápido y lo cambio de mano antes de que te dieras cuenta.

Bufaste y sin dirigirle una mirada, te fuiste a sentar a la banca más cercana que tenias, no planeabas empezar un juego infantil por un trozo de papel, aunque en el fondo estabas hecha una furia.

- ¿Cómo te llamas?- Pregunto mirándote seriamente mientras se apoyaba en su bastón. No le respondiste, ya que aun seguías enojada.

El joven suspiro profundamente y se sentó a tu lado, automáticamente te alejaste de el tratando de ignorarlo. Pero no pudiste evitar sentir un escalofrió al notar que te miraba.

- ¿Cómo te llamas?- Pregunto de nuevo. Trataste de recorrerte aun más lejos de él, pero ya no tenías espacio en la banca. Te sonrojaste involuntariamente al ver tu plan frustrado, te volviste y lo miraste con los ojos entrecerrados.

- _, ¿Feliz?- Murmuraste. El joven torció sus labios en una sonrisa, que no correspondiste. Tus ojos estaban fijos en el bastón de madera que hace unos minutos tú habías lanzado lejos de ti y ahora el muchacho lo sostenía en sus manos, no dejaba de parecerte extraño.

- ¿Sabes qué es esto?- Pregunto él, rompiendo el silencio. Tú miraste al joven por unos momentos, para después volver tu atención al bastón.

- Un palo de madera- Dijiste, aunque sonó mas como una pregunta.

El muchacho, que parecía no dejar de sonreír se inclino hacia a ti y murmuro- No, es un cayado.

Lo miraste divertida y levantaste una ceja- ¿En serio? ¿Un bastón de madera mágico?- No pudiste dejar escapar una risa escéptica- ¿Ves ese papel?- Preguntaste señalando al trozo de papel que el joven sostenía- Es una alfombra mágica portátil- Murmuraste, como si tratara de lo mas confidencial del mundo, pero después no pudiste evitar echarte a reír, ganándote una mira malhumorada del chico- ¿Estás loco o qué?- Agregaste una vez que te tranquilizaste.

El adolescente te miro serio por unos minutos, hasta que una sonrisa llena de malicia empezó a formarse en su cara.

- ¿Qué pasaría si te despiertas mañana...- Empezó a murmurar, ganándose tu atención.- y me encuentras dentro de tu habitación? ¿Creerías todo lo que te digo?

Sacudiste tu cabeza mientras te reías y mirabas con burla al joven delante de ti.- Si claro.

- ¿Qué pasaría si en realidad pasara?- Siguió el joven con tono serio.

- ¿Cuál es tu precio?- Preguntaste jactanciosamente, segura de que no podría hacer lo que decía. El chico sonrió, pensando en lo mucho que se iba a divertir contigo.

- Si lo hago, me tomaras como tu huésped todo el invierno- Dijo con arrogancia, seguro de que sus palabras.

Bufaste, pero tomaste su mano cuando él te la extendió para cerrar el trato.

- Que así sea- Murmuraste.

Te pusiste de pie y le pediste el papel que él había estado sosteniendo todo ese tiempo, aquel que te había quitado el viento y te había hecho encontrarte con aquel muchacho. Cuando el te lo tendió, se lo arrebataste y lo guardaste en tu mochila, de donde sacaste tu reproductor multimedia y pusiste música para el camino de vuelta a tu casa.

Cuando estuviste un poco lejos de donde habías dejado al joven, te volviste hacia donde se supone que el debería estar, pero te diste cuenta que ya no había nadie ahí. Levantaste los hombros con indiferencia y seguiste caminando.

- Ese chico está realmente loco- Murmuraste una vez que viste tu casa a lo lejos.

•Vida con Jack Frost• | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora