5. El Pueblo.

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Yannick me miraba con su típica y asquerosa sonrisa cínica. Era de suponer que sería él, los lobos cuando el ladraba se callaban, lo seguían a todos los lados.
No dije nada, solo me limité a asentir y a seguir nuestro camino. Llegamos a una casa grande, era dos veces más grande que la mía. Para ser hombres lobo parecían de venir de familias adineradas.
Entramos a la casa y nada más entrar nos recibieron dos cuadros enormes, uno de Yannick convertido en lobo y el otro de él cruzado de brazos mirando serio a la cámara.

-Que egocentrismo hay en esta sala por favor -Yannick sonrió.

-Ahora que estás con nosotros lo seré más -pasó más hacia la sala y se sentó en el sofá.

-¿Lo aguantáis?

-No hay opción -suspiré.

-¿Y ahora que? -Abrí los brazos.

Los dos se habían sentado dejándome a mi de pie en medio de la sala. Se miraron y sonrieron. Nunca había visto sonreír tanto a una persona. Ellos dos estaban siempre así, Zigor era el de la sonrisa más natural y Yannick el de la sonrisa falsa y cínica, ese hombre lo tenía todo.

-Puedes darte un paseo por la mansión o salir fuera para hacer amigos -me crucé de brazos.

-¿No decíais que me necesitabais? -Rieron dejándome confundida -. ¿Por qué os reís?

-Era una excusa para traerte aquí, de momento no necesitamos tu ayuda, pero es bueno que estés aquí -reí falsamente y bufé -. Eres una falsa ¿te lo habían dicho alguna vez humana?

-¿Y a ti te han dicho alguna vez que eres insoportable? -El negó.

-Eres la primera persona que me lo dice -me senté en una silla.

-Que orgullo entonces -dije sarcástica.

Una chica de más o menos mi edad (no sabía cómo contaban sus años, pero por la apariencia era de mi edad) entró a la sala y me miró con una sonrisa.

Se sentó a mi lado en una silla.

-¿Eres nueva? -Me encogí de hombros.

-Me han traído engañada -los chicos rieron y nosotras los miramos serias.

-¿Eres la chica que salvó a los bebés? -Asentí.

-Soy Zenda.

-Yo soy Samay, hermana del hombre gris -señaló a Yannick quien la miró mal. Yo reí junto a ella -. Me la llevó a que conozca el pueblo -me cogió de la muñeca y me sacó fuera de la casa.
-¿Cómo conociste a mi hermano? No nos lo ha contado.

-Me estuvo persiguiendo por el bosque como diez minutos, hasta que caí al suelo y supe que quería que lo siguiera, luego comenzó a aparecerse en mi casa y hasta ahora -le resumí la historia de como lo conocí.

-Perdónalo, mi hermano puede llegar a ser imbécil -reí y negué.

-Me cae mejor en forma de perro -Samay rió.

-Me caes bien Zenda -sonreí.

-Y tu a mi.

Estuvimos andando por el pueblo, tenían hasta una iglesia, Samay dijo que no la usaban para nada, algunas personas mayores iban y rezaban pero nunca hacían misa ni nada de esas cosas.
Esa iglesia me recordó a mi abuela, ella era muy religiosa, siempre iba a las misas, todos los domingos, nunca faltó a una, hasta que falleció, recuerdo que ese día la hicieron uno de los mejores velorios (así lo dijo el cura), asistía a la iglesia desde que era pequeña, como quien dice se crio ahí dentro.
Yo nunca fui a una iglesia, solo cuando hice la comunión, no he vuelto a pisar una.

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