9. La Carta.

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A las orillas del río vive mi alma.

Al son de tu canto brillan mis ojos.
A la luz de la luna crece mi deseo.
Mis aullidos aumentan tus latidos.
Mis manos rozan tu cuerpo en un salvaje movimiento.
Eres mi luna.
Eres todo lo que amo.
Eres la mujer que da color a mi vida.
Si te tuviera no te dejaría ir, porque sin ti la debilidad crece en mí.

Miré a Yannick dormido en la cama y sonreí.

¿Era de él? ¿Para quién iría? ¿Era para mí?

Me hacía muchas preguntas, pero no les sabía dar una respuesta.

Era bonito lo que había escrito, ¿mi aullido aumenta tus latidos? No entendía muy bien que quería decir con eso.

Yannick se removió en la cama y me miró con una sonrisa.

-¿La leíste? -Asentí algo avergonzada.

-Perdón -me hizo un ademán con la mano para que me acercara a él.

Me senté en la silla y el cogió mi mano, la acarició y me miró a los ojos.

-No sientas nada, es tuya humana -sonreí mirando la carta.

-Es preciosa -él sonrió de lado -. ¿Que quiere decir mis aullidos aumentan tus latidos? -Me miró a los ojos con ese gris intenso.

-¿Nunca lo sentiste? -Frunció el ceño.

Lo miré a los ojos y un recuerdo vino a miente.

-¿Zenda te encuentras bien? -Mi amigo me miró y negué.

-No, estoy muy nerviosa -intenté controlar el temblor de mis manos y piernas.

-¿Quieres ir al hospital? -negué sonriendo.

-No, esto se me pasa rápido.

-¿Te ha pasado más veces? -Asentí.

-Desde hace un mes.

Miré a Yannick y sonreí.

-Me empezaban a temblar las manos y las piernas, pensé que estaba enferma -Yannick rió.

-O sea que si lo sentiste.

-¿Por qué me pasaba eso? -Yannick subió su mano por mi brazo.

-Tu cuerpo sabía que yo estaba cerca de ti -negué llevándome la mano a la frente.

-Todo esto es tan confuso.

-Con el tiempo lo entenderás. No quieras entenderlo todo al momento -comentó con una sonrisa divertida.

-Y tú nunca quieres explicar nada -me encogí de hombros.

-¿Qué quieres que te explique?

-Ahora ya nada -comenzó a reír negando con la cabeza.

****

Había pasado una semana desde esa conversación. Yannick ya estaba mejor, ya volvía a ejercer de alfa en la manada, aunque todavía le costaba mover el brazo.
En la manada habían comenzado a pasar cosas extrañas. Todos estábamos alerta a los cazadores y Yannick casi no me dejaba salir de casa.

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