43. Soñar Despierta.

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Después de años sin vivir en mi casa, ni tener mi vida "normal" volví a recuperarla. Nada era lo mismo —claro está— pero al menos se intenta.

He vuelto a trabajar como veterinaria, veo de vez en cuando a mi hermano y a la manada, vienen a hacerme compañía o a contarme como van las cosas.

Nadie me habla de él, pareciera que no existe. Duele no saber de él, pero más duele recordar esas palabras que salieron de su boca. Ver el odio en sus ojos y en su tono de voz. Me encantaría dar el tiempo hacia atrás y que nada hubiera pasado.

Me gustaría decir que no pienso en él y que mi mente está sumida en otras cosas, pero sería mentir, y mentir a lo grande, sueño despierta con él; su mirada, su sonrisa, sus manos sobre mi cuerpo.

También he de decir que desde que tuve mi primera vez con él los sueños mojados son constantes, y ya no sólo son sueños si no que, a cualquier hora me lo imagino besando cada parte de mi cuerpo, rozando su piel contra la mía.

—Ay nena de verdad —la voz de Alex me sacó de mis pensamientos.

—¿Qué? —Me encojo de hombros.

—Debes dejar de pensar en él, tienes una cara de Zombi que no puedes con ella —me miró al pequeño espejo y si... Tenía razón.

Mi cara y cabello era un desastre, los ojos hinchados y algo rojos de tanto llorar, el pelo algo alborotado, aunque también he de decir que hace mucho viento fuera.

—Hace viento fuera —la miré y ella rió asintiendo.

—La manada está al tanto de los cazadores, todavía no están atacando y eso no es nada bueno —la miré a los ojos y suspiré.

—No, no es nada bueno, debéis tener cuidado.

—Créeme que lo tenemos, nena, estamos cada poco vigilando el bosque y los alrededores.

—Y si usáis vuestra magia, digo, para proteger el pueblo —me miró como si hubiese visto un ángel —¿Qué pasa?

—No entiendo por qué no se nos ocurrió eso —Reí y me encogí de hombros.

—Vete y hazlo —me miró con pena.

—No quiero irme de tu lado, nena —me acerqué a ella y la abracé fuerte.

—Has estado aquí toda la mañana, debes estar con tu luna, Alex —ella sonrió como una tonta.

Le seguí la sonrisa. Era difícil dejarles ir cuando venían a visitarme, pero era lo único que podíamos hacer.

Alex se fue y yo seguí con mi trabajo. Limpiando y recogiendo las cosas, mi turno no acaba hasta las nueve de la noche así que tenía tiempo para todo.

Escuché la puerta abrirse pero no vi a nadie en la puerta, fruncí el ceño, cuando iba a cerrar la puerta un ladrido me hizo gritar del susto.

Bajé la mirada y vi a Yannick temblando en el suelo. Poco a poco se fue haciendo humano. Cerré las persianas y la puerta. Le ayudé a levantarse y a sentarse en la mesa.

—Dios míos ¿qué te pasó? —Él negó.

—No lo sé —susurró débil.

Le examiné la herida después de ponerme los guantes.

—Esto te dolerá —lo miré y el asintió.

Con una pinza larga conseguí sacar la bala.

—No es de plata —dije aliviada.

—Ya controlas —me miró y sonrió.

Sonreí sin que me viera y comencé a coser la herida y a desinfectarla.

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