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Las lágrimas de los dos pequeños se hacía presente y los llantos de los dos inundaban la habitación.

—¡Es tu culpa Kei!—la pequeña entre lágrimas limpiaba la sangre que salía del azabache.— ¡Eres un tonto!

—¡Yo solo quería ese gatito!— Con un puchero cruzó sus manos pero rápidamente soltó un quejido de dolor por la fuerza que aplicó su amiga en sus heridas.— ¡Ay! ¡Ten cuidado, tonta. Que me duele!

—No es mi culpa, ahora terminamos todos arañados.— La pequeña suspiró sobando su entrecejo, había veces en los que el la sacaba de quisio, pero eso era lo que más le divertía.—No todos son como tus gatitos, Baji.

Baji, iba a responder algo pero se calló antes de hacerlo, no tenía caso. Sabía que cuando su amiga estaba enojada, era inevitable ganarle en una discusión.

Akari seguía limpiando las pequeñas heridas y rasguños de su amigo, para finalizar con un parche.

—Listo.—

Con la cabeza cabizbaja, el azabache tembló.— Otra vez haré llorar a mamá.—

—No, solo te regañara y tus gatos te odiarán por saber que tocaste a otro gato.—Dijo entre pequeñas carcajadas.— Además, déjamelo a mí. Mis buenos argumentos nunca fallan.

—¿Buenos? La última vez nos descubrieron y tu mamá y la mía terminaron enojadas y nos prohibieron vernos por todo un día.— Akari había recordado eso. Todos los día no había uno solo en que los pequeños hacían travesuras y aquella vez se comieron un pastel sin pagarlo enfrente de la dueña y aunque inventaron mil excusas, ninguna de ellas funcionó.— Aunque, debo admitir que el pastel estaba realmente delicioso.—

Mientras caminaban agarrados de las manos por miedo a que uno de los dos se perdiera, Akari notó un poco tenso a Keisuke.

—¿Ocurre algo Kei?—Miró con preocupación el rostro del pelinegro y sus pasos cesaron.—Tus manos están temblando.—

—Es que mi mamá me aterra.—Se sinceró con una sonrisa que dejaba ver sus colmillos, en distintas ocasiones a Akari le encantaba verlos, pero también la ponían muy nerviosa, ya que llegó a pensar que su mejor amigo podía ser alguna especie de vampiro encubierto.—

La pequeña no dijo nada, solo jaló con fuerza el brazo de su amigo para seguir caminando, el momento era silencioso, los dos disfrutaban del sol que poco a poco se escondía entre las nubes, sin duda alguna, esa combinación de colores se había vuelto el paisaje favorito de los dos desde aquella vez.

Sin darse cuenta, ya se encontraban enfrente de la casa de Baji, y como el no se atrevía a abrir, su amiga lo hizo, no sin antes susurrarle un "miedoso" al oído de Baji.

—Keisuke, ¿eres tú?.—Preguntó una señora de cabello negro y fino rostro.—La señora Hayashi esta aquí, ¿vienes con Akari-chan?

Los pequeños se apretaron la mano al mismo tiempo, Akari ahora comenzó a sudar al enterarse que su mamá también se encontraba ahí. Sin duda alguna la valentía de momento atrás se había ido y Keisuke lo había notado.

—¿Quién es la miedosa ahora?— Dijo burlón y con una cara pícara.—

— Cállate, Baji.—La niña ahora si estaba furiosa, no era alguien de mucha paciencia. Así que con su codo le dió un golpe en el estómago al de cabellos oscuros que lo hizo soltar un grito.

—¡Baji Keisuke!—

—¡Hayashi Akari!

Estaban acabados o al menos eso pensaban los dos al ver a sus respectivas madres con una figura tenebrosa y cruzadas de manos enfrente de ellos.

𝑮𝒐𝒍𝒅𝒆𝒏 𝒉𝒐𝒖𝒓 | 𝑩𝒂𝒋𝒊 𝑲𝒆𝒊𝒔𝒖𝒌𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora