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Las gotas de ese líquido salado que te recorre cada parte del rostro y un cuarto lleno de suspiros.

Uno,dos, tres golpes.

—¡Ahhhh!— Un grito lleno de emoción acompañado de un fuerte golpe hacía un saco de boxeo fué probablemente el mayor esfuerzo de Akari es estos momentos. Porque había caído al suelo como puedes completamente exausta.—

—¡Akari-chan!— Una chillona y preocupada voz corrió hacía la otra pequeña.— No deberías esforzarte demasiado, nosotras somos menos avanzadas que Baji o Mikey.

El rostro de la rubia dejaba ver lo preocupada que estaba por su amiga, mientras que el de la otra pequeña mostraba una enorme sonrisa, no importaba que se encontrara llena de sudor y que ese líquido salado recorriera cada una de sus mejillas, eso no tenía relevancia para Akari. Sin duda alguna estaba feliz, al fin le salía y comprendía cada vez más ese estilo de pelea, porque en sus planes solo era hacerse fuerte y no depender de alguien más o eso se convencía, pero un motivo más era que quería proteger de sus seres amados.

—Estoy bien, Emma-chan.— Como si el golpe de minutos atrás no hubiera tenido relevancia alguna, Akari se puso de pie y se posicionó de nuevo.— ¡Las patadas cada vez me salen mejor! Pronto podré proteger a Baji, Mikey y a tí, Emma.—

Los ojos de Emma se apagaron por un instante, basto unos cuantos meses para que ella le tomará cierto cariño, después de todo era su primer mejor amiga, quién podía entenderla mucho mejor que sus hermanos. Y es por eso que le dolía ver cómo intentaba ser fuerte por proteger a quiénes quería.

—Akari-chan, tú ya eres fuerte.— Emma no estaba segura si mencionar lo que tenía planeado, ya que sabía o tenía una idea de como podría reaccionar su amiga.— Hace cuatro meses que empezamos a entrenar, pero hace un mes cuando tu papá llegó a tu casa sin previo aviso e intento llevarte, pero fué detenido por Baji, tú desde ese entonces comenzaste a entrenar día y noche.

Akari se había quedado paralizada, entendía el punto de su amiga y tenía razón. Aquél día, Baji y ella regresaban de jugar con Mikey y Emma, como era de esperarse, la madre de Akari aún no regresaba de trabajar, fué entonces donde en la puerta de su casa un hombre alto y con una musculatura promedio se encontraba con un cigarrillo y con una mirada realmente sombría. Es ahí donde intentó llevar a la fuerza a Akari, pero Baji no lo permitió, no le importó que terminará hecho trisas, más sin embargo, está escena dejó una marca en Akari, ella se sentía inútil al ver que no podía hacer nada cuando su mejor amigo era golpeado brutalmente.

Con la mirada hacía el suelo, la pequeña tomó valor para hablar. No era momento de callar lo que sentía, era demasiado peso para una niña de solo seis años.— Realmente estaba asustada, ver como mi padre no dejaba de golpear a Baji y al no poder hacer nada, me hizo sentirme inútil y quería hacerme fuerte, así nadie podría lastimar a Baji.— De pronto las lágrimas brotaban de los ojos de la niña, ella realmente había quedado traumada al ver experimentado de ese  tipo de situación. Por su parte, Emma abrazó tiernamente a su amiga, como meses atrás Akari lo había hecho con ella.

— Descuida, Akari.— La dulce voz de Emma, hicieron que la pequeña se tranqulizara poco a poco.— Yo te ayudaré a volverte fuerte, las dos seremos capaces de proteger a quién queramos, tú protegerás a Baji y yo protegeré a Mikey.

Los ojos de las dos pequeños volvían a la normalidad, con un brillo inmenso que irradiaba a todo aquel que las mirace.

Solo una sonrisa basto para hacerle saber a Emma que era la mejor amiga y apoyo de Akari.

—Aunque hay algo que debo confesarte.—mencionó Emma mostrándose un tanto nerviosa.— En realidad no me gusta el Dojo, siento que no es para mí, así que protegeré de otra manera a Mikey, pero seguiré al pendiente de ti.

𝑮𝒐𝒍𝒅𝒆𝒏 𝒉𝒐𝒖𝒓 | 𝑩𝒂𝒋𝒊 𝑲𝒆𝒊𝒔𝒖𝒌𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora