Capítulo 10: Programa F3

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Si algo bueno tenía el hecho de seguir con vida, era que una vez más pude ver el amanecer, no sabíamos qué era lo que había sucedido, no tenía sentido en lo absoluto que el sol hubiera desaparecido un par de días y todo siguiera como si nada, bueno, tampoco tenía sentido que gotas cayendo del cielo pudieran borrar nuestra memoria, hasta hace poco jamás hubiera imaginado que los zombies existían ni que estaría en el fin del mundo con mi padre y mi novio, en realidad, todo había dejado de tener sentido.

Para cuando me desperté noté una mejora en mi padre, realmente se veía bien, la herida había desaparecido y se veía más feliz que nunca, este día era importante porque después de todo lo que habíamos pasado, finalmente llegaríamos al domo, el único lugar que prometía ser seguro.

—Estaremos a salvo, papá.

—Claro que sí, recuerda que siempre estaré contigo.

—Eso lo sé.

Subí a mi habitación para cambiarme y guardar lo más que pudiera en la mochila, sabía que Ethan estaría arriba así que tomé una lata de sopa, se la daría solo para molestarlo.

—Oh, lo siento, no sabía que te estabas cambiando —estaba de espalda y sin camisa.

—Descuida, creo que ahora que tienes memoria de nuevo, ya tienes algo bueno que ver.

—En realidad sigo sin ver nada bueno —bromeé—. Ten es para ti, disfrútala.

—¿Sopa?

—Te dije que si sobrevivíamos te regalaría una sopa enlatada, tu favorita.

—Ja, ja muy graciosa, Rachel. ¿Con quién hablabas abajo?

—Con papá —me miró algo angustiado.

—¿Y cómo está?

—De maravilla, ya no está la herida y se ve mejor —nuevamente, ahí estaba su preocupación—. ¿Ocurre algo?

—Nada, será mejor irnos de una vez.

Ethan iba al frente, le susurré que dejara que mi padre nos guiara, pero no me hizo caso, ninguno de los infectados se encontraba cerca de nosotros lo que facilitó un poco nuestro camino, aun así, estábamos atentos.

Después de descubrir que una parte del cuerpo de un zombie nos daba cierta inmunidad habíamos decidido cargar con una mano, las partes del cuerpo de estas criaturas estaban por todas partes, había sido de gran ayuda durante un tiempo, pero el efecto no era eterno, con suerte duraba un par de horas.

Habíamos salido más tarde de lo planeado de la casa, tomé un par de fotos que llevaba en un pequeño relicario que mamá me había regalado, de un lado tenía una foto de Ethan y del otro una de mi padre, supongo que no había espacio para mi madre después de las circunstancias en las que habíamos quedado. Antes de cruzar los pocos árboles que había nos detuvimos.

—¿Qué pasa?

—Rachel, de aquí en adelante solo hay campo, el domo está a la vista.

Me acerqué un poco más, el gran domo del que tanto se hablaba no era en sí la fortaleza que imaginamos, era un domo pequeño, común y corriente que imagino era la entrada a nuestro refugio, detrás de aquel domo había grandes muros, tan grandes que a esas criaturas les hubiera sido imposible trepar, se veían aterradores, pero resistentes.

Detrás de ellos estaba lo que, si bien nos iba, ahora llamaríamos hogar, solo debemos cruzar el campo, llegar y esperar ser lo suficientemente útiles como para poder quedarnos ahí.

—Estamos cerca, Ethan lo lograremos, descuida —observé que mi padre nos daba la espalda, estaba cruzado de brazos—. ¿Papá?

—Sin duda estamos muy cerca, tal vez es solo suerte, puede que por ser de día esos zombies no estén merodeando por aquí, quién sabe, desde que inició todo esto, no ha habido sol, así que todo es dudoso.

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