Capítulo 27: Caos

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Sola, asustada y sin ningún arma para defenderme, no sabía en dónde me encontraba y tenía miedo de averiguarlo hasta que las luces se encendieron, alguien se encontraba detrás de mi quitando el nudo de las cuerdas que me tenían atada.

—Te he echado de menos —habló al terminar y se puso frente a mí junto con la mujer a su lado.

—Tiene que ser una broma —hablé incrédula—. Esto no es posible, están muertos.

Mamá y papá frente a mí. ¿Será que me estoy volviendo loca?

—Estamos aquí, ¿no es así?

Me levanté de la silla e intenté salir, necesitaba un código de acceso para poder hacerlo, así que me encontraba atrapada con mis padres, es peor de lo que suena.

—No nos hemos visto en un buen tiempo y lo primero que quieres hacer es huir.

—Zach, déjate de rodeos.

—¡Y ahora me llama Zach! ¿Puedes creerlo, cielo?

—Imperdonable, hija, no tienes remedio.

—¿Dónde quedó la tierna chica que me llamaba papá?

—Descubrió que su padre es el fundador de un programa que asesina a las personas.

—Hija, creí que ya había entendido que las criaturas de allá afuera ya no son personas.

—Lo muerto, muerto debe permanecer, cariño.

Pero ellos aún tienen esperanza, existe una forma de ayudarlos y es lo que quiero hacer, aunque ellos piensen que soy de lo peor.

—De acuerdo, olvidemos a los zombies un momento —ambos rieron un poco al escuchar el término que usé—. Envían a chicos inocentes como cerdos directo al matadero, no les importa cuántas vidas han sido sacrificadas por el programa, solo los envían y los dejan a su suerte.

—En eso te equivocas, Rachel —comenta mi padre—. Por un motivo existen los campos de entrenamiento, no enviamos a cualquier persona, primero los preparamos.

—Sí, diciéndoles que si su nombre no está en la tabla no pueden seguir en el programa y entonces los dejan en el bosque y esperan a que los maten.

—De alguna manera hay que motivarlos —añade mamá.

—Les damos el equipo necesario para que sobrevivan, nunca los hemos dejado a su suerte.

—Es cierto, casi se me olvida que los obligan a ponerse un chip para saber dónde están.

—Se llama protección.

—Se llama querer tener el control, papá —corrijo.

Ambos intercambian miradas, mamá se aleja un poco de nosotros, no sé a dónde rayos va si se supone que este es un lugar cerrado.

—Hay algo que tienes que saber.

—¿Qué cosa? —me crucé de brazos.

—Antes que nada, sigo creyendo que en algún momento te convertirás en la clase de líder que necesita el programa, seguirás reclutando a más personas y te olvidarás de la absurda idea de que esas criaturas tienen salvación, te enfocarás solo en asesinarlas.

—Sí claro. ¿Me dirás lo mismo que mi madre? ¿Qué solo hasta que alguien que amo me dé la espalda entonces seré quien ustedes esperan?

—Creo que no es necesario repetirte lo obvio, lo que quiero que sepas es que no importa cuánto te esfuerces, no podrás detener el programa, necesitas la sangre de un fundador original.

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