| CUATRO |

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Las risas de Ally inundan la habitación cada vez que soplo su pancita, extiende los brazos sobre su cabeza y se retuerce en carcajadas mientras beso sus costillitas. El olor a perfume de bebé me inunda y regocija a la vez, no hay nada más relajante que escuchar a mi hija riendo.

Las gemelas tienen ocho meses y están regordetas, con sus mejillas rosaditas y sus brazos y piernas llenitas; uno de mis pasatiempos favoritos durante el día es hacerles cosquillas, llenarlas de besos y morder levemente las llantitas de sus brazos.

Escucharlas reír me llena el corazón de felicidad y plenitud y no sé cómo sería mi vida si algún día dejara de escuchar a mis hijas reír. Lía me mira fijamente esperando a que también la haga reír y prosigo a llenar de besos y a soplar su pancita para que riera.

Ambas visten un mameluco color azul con un enorme moño blanca adornando su cabeza, huelen a perfume de bebé y usan unas zapatillas a juego con la chonga. Hoy me acompañarán a la empresa para darle una sorpresa a su padre, quien se fue temprano por la mañana.

Intenté trabajar luego que se acabó mi permiso de maternidad, pero era difícil para mi suegra y mi madre cuidar de un niño y dos recién nacidas. Así que dejé la empresa al poco tiempo de volverme a incorporar. Y no tengo quejas de ello. Ser mamá a tiempo completo es lo que más disfruto y mi esposo continúa pagándome cómo si siguiera trabajando.

¿Tengo quejas por ello? En realidad, no. Cero.

Connor está en la escuela y no sale hasta en la tarde por sus entrenamientos de fútbol, así que iremos todos juntos por él.

—Hoy vamos a ir con mamá a visitar a papá, nos vamos a portar bien... ¿Ok?

Las niñas ríen agitando sus brazos y sus piernas, están acostadas en la cama mientras yo termino de preparar la pañalera que llevaré con todo lo necesario para cuidar de ellas. Ally se gira quedando de lado frente a su hermana, con la boca presionando su mejilla y babeándola toda.

Me coloco el canguro y pongo a Ally dentro, llevándola en mi pecho y a Lía en mis brazos, bajo con mi bolso y la pañalera, pudiendo con todo, las mamás podemos con todo.

Las meto a ambas en el auto asegurándolas en las sillas para bebé, me subo y empiezo a conducir rumbo a la empresa.

Las gemelas se duermen en el camino y cuando aparco en mi puesto, bajo el cochecito para dos bebés y las pongo con cuidado para no despertarlas. Subo al elevador y marco el último piso que es dónde está la oficina de Levi.

—¡ME DIO UNA BOFETADA EN EL CULO! —Las puertas se abren y dos mujeres del departamento de diseño entran en él.

—SHHHHHHH. —Me llevo un dedo a la boca para que hagan silencio cuando entran, ambas se quedan sorprendidas cuando se dan cuenta quién soy.

—Señora Ackerman, lo sentimo...

—SHHHHH. — las vuelvo a callar, en realidad no me importa lo que ellas hagan con su vida sexual, yo lo único que quiero es que las gemelas sigan dormidas y no interrumpan el sueño de esas niñas que se ponen histéricas cuando alguien las despierta.

Ambas entran en silencio y se hace poco espacio, porque el coche es un poco grande y abarca demasiado.

—Que niñas más lindas. —Dice una de ellas susurrándome y le sonrío en agradecimiento. —¿Cuántos meses tienen?

—Ocho.

Las miran como si fuesen las bebés más tiernas y hermosas que hayan visto en su vida y en realidad, lo son. No lo digo porque sean mis hijas, sino porque todo lo que viene y es hecho por Levi Ackerman es una jodida maravilla.

Una vida juntos || +18 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora