| QUINCE |

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Aprieto los ojos sin querer abrirlos en absoluto. Los rayos del sol colándose entre mis parpados y enviando un piquetazo de dolor directamente a mi cerebro.

Siento la lengua rugosa por la sed y la garganta seca. Quiero agua. Mi estomago se contrae y ruge por el hambre.

Estoy acostado sobre mi pecho y la mitad de la cara me duele por tenerla enterrada en el colchón, como si hubiese estado en la misma posición toda la noche. Me giro y aclaro mi vista para observar la espalda de mi esposa quien se encuentra dormida con el cabello desordenado sobre las almohadas, la espalda desnuda y el resto de su cuerpo cubierto por una sabana blanca.

Me levanto de golpe e ignoro el dolor en mi cabeza al ver su espalda llena de marcas. Marcas rojas y moradas con formas desiguales y desproporcionales, algunas tipo mordidas y otras como chupetones.

¿Yo había hecho eso?

Bueno, claro que tuve que haber sido yo porque si alguien más la hubiese tocado, habría un cadáver en alguna parte.

Me quedo con la mirada fija en ellas tratando de recordar algo de la noche anterior pero nada aparece en mi mente. Todo en blanco y de forma borrosa.

Froto mis sienes ignorando el dolor que me provoca querer recordar y concentrarme en lo que estaba pasando pero no obtengo resultados.

Mi vejiga se siente a punto de explotar y me duele tanto que me pongo de pie y corro hasta el baño de la habitación para vaciarla. Me quejo del dolor por haber retenido por tanto tiempo y me lavo las manos al terminar.

Me coloco un pantalón corto de playa y dejo mi torso desnudo porque el calor es sofocante.

A ver, recordaba haber llegado a las Maldivas, ir al lugar donde se hospedaban las chicas antes de que llegásemos y después haber cenado con todos en un restaurante a la orilla de la playa. Regresamos al hospedaje y luego todo está en blanco....

¿Por qué era el viaje?

Ah, si... Los dieciocho años de las gemelas.

Salgo de la habitación es busca de un poco de agua y me quedo quieto observando el panorama tan humillante, decadente y sumamente lamentable.

Eren está acostado en la alfombra del salón que antes era blanca, pero ahora tiene un tono café por la suciedad y algunas manchas de otros colores que no quiero saber de qué son.

Está acostado con su cara enterrada en ella y me preocupo por un momento, porque no sé cómo puede respirar de esa manera, hasta que lo escucho roncar como motocicleta descompuesta.

Sobre el sofá, está Mikasa con el cabello desordenado y la boca abierta, su maquillaje corrido y la comisura de la boca babeada con su propia saliva.

Camino con lentitud hacia la cocina pasando de largo el cuerpo de... ¿Connor?

Mi hijo está a mitad de la cocina con una botella de tequila a su lado, con la ropa desordenada y arrugada y... no tiene cabello. Está completamente rapado, su cabeza está brillante, desnuda... lisa.

¿Qué carajos?

Me sirvo un vaso de agua porque quizá... quizá la sed me está haciendo alucinar. Me lo bebo de golpe y me asomo de nuevo para ver a mi hijo, pero sigue igual... calvo.

Pongo agua a hervir para té y pongo café para los demás que de seguro despertarán al sentir el olor de la bebida.

A los que no veo por ningún lado es a los Smith. Estoy seguro que estaban aquí anoche porque todos habíamos regresado para dormir ¿o no?, entonces o están dormidos en sus habitaciones o se han marchado en algún momento de la madrugada a sólo ellos saben dónde.

Una vida juntos || +18 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora