| DIECIOCHO |

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—A veces me cuesta aceptar que ya no eres el niño que dormía conmigo cuando tu papá se iba de viaje, decías que era para protegerme.

Limpio una lagrima rebelde que se derrama en mi mejilla, trato de disimular mis sollozos con sonrisas nerviosas.

—Mamá, yo te protegería con mi vida si fuese necesario. —deja un beso en mi frente— y yo siempre seré tu niño. Pero nunca digas que te dije esto.

Asiento mientras suelto una risa.

Cocinamos juntos en la cocina de su departamento, me cuenta sobre su trabajo y sus planes a futuro. Durante la cena charlamos sobre recuerdos y anécdotas de cuándo era apenas un niño pequeño y claramente se me encoge el corazón con cada una de ellas, pero me llena de felicidad el darme cuenta de que Levi y yo, hemos tenido a un niño tan dulce y amoroso como Connor.

—¡Ese día tenías una fiebre horrible! — sonríe y le doy un sorbo a mi copa de vino.

—Lo recuerdo, me metiste a la bañera a las cuatro de la mañana.

—Son métodos que no fallan amor.

Ese día se plasma en mi memoria como una película antigua:

—¿Mamá? No sé qué hacer, Connor tiene mucha temperatura y la medicina que el doctor le recetó no hace efecto.

Sollozo el teléfono mientras le coloco un paño húmedo y helado a mi hijo de cinco años en la frente para tratar de disminuir la temperatura de su cuerpo. Estoy tan asustada que le llamé a Levi para que se regresara de su viaje de inmediato.

—Tranquila, cariño, intenta darle una ducha de agua helada.

Mi madre se escucha adormitada y es que son las cuatro de la mañana de un día martes. Connor tiembla y tiene el cuerpo sudoroso y los labios resecos.

—P-pero son las cuatro de la mañana.

—Eso le ayudará, confía en mí.

Lleno la bañera del baño de mi hijo y cuando está lista tomo a Connor en brazos quitándole la pijama para llevarlo directo al agua fría. Llora cuando la siente helada en su cuerpo y yo lloro junto con él.

Jamás he sentido tanto miedo y tanta desesperación como en este momento. Si pudiera quitarle todo lo malo y sufrirlo yo, lo haría sin dudarlo.

—Mami, etá helada.

—Lo sé, cielo. Pero te ayudará.

Un rato después lo saco y envuelvo su cuerpo con una toalla, le coloco una pijama limpia y le doy su medicina. La temperatura disminuye y puede dormir con tranquilidad.

—No pegaste un ojo esa noche, al siguiente día tenías unas ojeras enormes y aun así jugaste conmigo cuando me sentía mejor.

—Soy tu madre, es lo que debía hacer.

—Ese día... fuiste mi héroe, mamá.

Sonrío y el sonríe de vuelta. Retrocedería el tiempo mil veces si eso significara volver a vivir mi etapa como madre primeriza, donde todo era nuevo, desconocido.

Donde hacía malabares con mi hijo, terminando mi carrera y trabajando al mismo tiempo. Levi y yo nos casamos tan jóvenes que todo fue un reto para nosotros, pero no por eso dejó de ser bello, perfecto.

Y con el paso de los años, todo iba mejorando.

Limpiamos la cocina luego de cenar, le ordeno algunas cosas que tiene hechas un revoltijo y me agradece por la ayuda y la compañía.

Una vida juntos || +18 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora