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|| CONNOR ACKERMAN ||

—¡Siempre es lo mismo contigo, Levi Connor Alexander!

Suspiro y enfoco mi vista en Leon quien se toma la segunda mamila de leche en las últimas... bueno, solo había pasado media hora desde la última. Miro el reloj al lado de la mesa de noche en la habitación de mis hijos y marca las doce de la madrugada.

Dalton está profundamente dormido en su cuna, ajeno al pandemónium que su madre está haciendo dentro del baño mientras se cepilla los dientes y a su hermano, quien parece morir de hambre constantemente.

—Oye, amigo, no digas nada, pero tu madre está un poco choyada de la mente...—Leon tiene los ojos bien abiertos y sonrío cuando noto sus mejillas hundiéndose cada vez que succiona el biberón.

—¿Qué dijiste de mí? —alzo la vista para ver a Marie con el cepillo de cabello enredado en sus hebras castañas.

—Nada.

—¡Estoy discutiendo y tú solo estás ahí siendo gracioso! —regresa al baño y suspiro nuevamente, tratando de entender la razón por la cual está tan alterada—. ¡Te dije que bajaras la tapa del inodoro y cómo siempre la dejaste arriba!

—Marie, estoy seguro que es un tema que podemos tratar cuando amanezca. No es para tanto.

Ruedo los ojos y regreso la mirada a mi hijo que traga leche como si la vida se le fuera en ello. Saco la lengua para él y sonrío cuando los ojos se le vuelven achinados por la sonrisa que me dedica.

—¿No es para tanto? ¡Es para mucho! —sale nuevamente, justo a tiempo cuando Dalton se despierta para pedir comida—. No sé qué es tan difícil de entender o de hacer.

—Lo haré a partir de ahora, lo siento.

—¡Es lo que siempre dices! —carga a Dalton y se sienta en la otra mecedora, se saca el pecho y empieza a darle de comer—. Bajaré la tapa, Marie. Sacaré la basura antes de irme a trabajar, Marie. No dejaré zapatos en el pasillo, Marie. ¿Y adivina qué? ¡Nunca lo cumples!

—Relájate, estás ahogándote en un vaso con agua.

Marie últimamente está demasiado sensible a muchos aspectos de la vida. Trato de entenderla. Es decir, no es fácil haber estado nueve meses embarazada de dos niños, sufrir cambios físicos y hormonales, aprender a ser mamá y acostumbrarse a un nuevo estilo de vida.

Trato de comprenderla. Juro que lo hago.

Pero a veces las situaciones me sobrepasan. Pedí unas vacaciones en el hospital para poder estar con mis bebés y poder ser de ayuda con Marie. Estoy acostumbrado a los desvelos, así que me hago cargo de los niños durante la noche para que ella duerma, pero aún así, ella no parece ver nada de eso.

Las cien cosas buenas quedan de lado cuando hay una mala que resaltar.

Acepto que no soy una persona sumamente ordenada, pero si olvido sacar la basura en las mañanas es porque siempre tengo que salir en tiempo récord para el hospital por haberme quedado dormido unos minutos más. Los zapatos en el pasillo solo pasó una vez y fue porque luego de estar 36 horas seguidas de turno, lo único que quería al llegar a casa era quitármelos y tirarme en cualquier superficie a dormir.

Pero no lo hice. No dormí. Me los quité y fui a la habitación de mis hijos porque tenía 36 horas sin verlos. Luego, olvidé completamente que los benditos zapatos estaban en el jodido pasillo.

Claramente, ella no lo veía.

No me justifico, es solo que molesta cuando las personas no ven el fondo del asunto.

Una vida juntos || +18 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora