| NUEVE |

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Estoy enojada y quiero clavarle el tenedor al padre de mis hijos. Ok, muy violento de mi parte pero no me importa. ¿De qué otra forma tendría que sentirme cuando se tiene que ir de viaje con la barbie de su secretaria?

Porque sí, su puesto se volvió permanente y no se fue nunca jamás.

Perdón si no estoy feliz por saber que mi esposo se va de viaje con una chica que parece pagó miles y miles de dólares por tener las tetas y el culo de ese tamaño.

NO ESTOY NADA CELOSA, LO JURO.

Solo quiero decir que yo también tengo culo y es natural. Solo dejo eso en claro.

Ah, también que mis tetas crecieron luego de parir a sus hijos, nada más dejo ese dato.

—¿Podemos hablar? —dice detrás de mí y termino de menear la sala del sartén. Apago el fuego de la estufa y comienzo a servir los platos para la cena.

—No.

—Cariño, no hagas drama por eso...

Lo miro atónita y aprieto la mano en el mango del sartén para evitar que no se me resbale sobre su cabeza.

—¿Te han dado con una cacerola en la cabeza? —niega. —Pues cállate para que siga siendo así.

Nuestros hijos se unen a la mesa y comienzan a comer. Parece que la tensión entre Levi y yo es palpable porque todos intercambian miradas incomodos y nadie más que Connor se atreve a hablar.

—Me saqué diez en matemáticas...

—Que bueno para alguien que no se sabe la tabla del ocho. —Le digo picando mi pasta.

—¡Ya me la aprendí, mamá! —chilla y vuelve a quedarse callado.

—Yo le ayudé—dice Lia antes de darle un sorbo a su vaso con agua. —Ahora estamos trabajando en la del nueve.

Choca los cinco con Connor quien luce orgulloso de que su hermana siete años menor que él le esté enseñando las tablas de multiplicar. Juro por Dios que este niño cada día me sorprende más. Continuamos comiendo hasta que todos terminan.

—Ally recoge la mesa, Connor lava los platos y Lia ve a recoger el tiradero que han dejado en la sala.

—¡Pero ni siquiera has ido a la sala, mamá! —chilla Ally mientras se pone de pie para llevar los platos a la loza. —Ella lo sabe todo.

Me pongo de pie para salir de la cocina, dejando que ellos se encarguen de todo. Su padre puede hacer lo que quiera, ya ni verlo quiero.

Tomo una ducha en mi baño y cuando salgo el enojo vuelve a florecer en mi pecho al verlo preparar su maleta. Solo se irá tres días, pero se siente cómo si serán cien años. Quizá no debería de estar molesta porque él me pidió que lo acompañara... Quizá.

Pero lo estoy.

No puedo irme solo por así y dejar a mis hijos en casa. Mucho menos para estar cuidando a mi marido de no ser atrapado por los tentáculos malignos de su secretaria. No es un niño y él sabe lo que tiene y no tiene que hacer.

Aún así me doy el placer de molestarme. Quien quiera joderme por eso que se vaya a la ver...

—¿Ya se te pasó? —pregunta cuando tira la última prenda adentro y yo le doy la espalda sentada en la orilla de mi cama. —No quiero que durmamos molestos...

—Pues qué mal...

—Eres demasiado terca, ¿lo sabías?

Me pongo de pie porque ni siquiera lo quiero estar escuchando. Ignoro cuando me pregunta hacia donde voy y salgo de la habitación cruzando el pasillo y entrando a la recamara de Connor.

Una vida juntos || +18 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora