Sin caducidad

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Salían del cine.
Ella vibraba aún, pensando que el amor no tenía fecha de vencimiento
Él, escéptico y lógico, como buen funebrero, comentaba que era solo fantasía. Que después de la muerte no quedaba nada.
Al oír eso, ella estalló en sollozos.
Aún sentía los besos ardientes de su amante, al que no pudo llorar por temor "al qué dirán".
Gost, el fantasma del amor, la había llenado de esperanzas, aunque las palabras de su marido le golpeteaban la razón.
Esa noche se acostó y tuvo una aburrida sesión de amor, tan fría como los muertos que su marido acomodaba en los incómodos ataúdes. También había acomodado a su amante…
De pronto gritó de placer y su marido se durmió satisfecho, sonriendo, pues era la primera vez que la frígida de su mujer había disfrutado. ¡Se sintió muy macho!
Nunca supo que, al igual que Flor, su mujer tenía dos maridos. Uno vivo, casi muerto y uno muerto, pero muy vivo.

Microrrelato basado en la película: Doña Flor y sus dos maridos.

               ilargiluna

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