El cielo también llora

13 1 4
                                    

Ese día me desperté temprano. Levanté las cortinas y el frío pareció entrar a raudales, como si fuera un fantasma invisible atravesando los vidrios de los enormes ventanales.
¡Hacía mucho frío ese junio! Aún no había comenzado el invierno pero la sensación de estar helada hasta los huesos hacía días que la venía sintiendo.
Poco a poco, el cielo vestido de gris fue cambiando sus tonalidades y se volvió celeste, de ese celeste turquesa que, según mamá, tenía la abuela Filomena, la madre de papá.
El sol brillaba y las nubes se retiraban presurosas. Ese movimiento semejaba un abrir de puertas hacia un mundo maravilloso.
Me fui a trabajar un poco inquieta, dando pasos lentos para disfrutar del día, que en ese momento se mostraba cálido.
A mi regreso recibí una llamada telefónica que me dio vuelta la vida.
Aquella tarde llovió durante escasos y eternos 100 kms. que se volvieron horas, días y vida.

ilargiluna
5/5/2023

Microrrelatos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora