¡Y que me usen la vida!

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Después de tener abandonadas las pinturas durante varios meses, hoy, 1 de julio de 2022, decidí retomar de a poco y con lápices de colores.
Me ubiqué cómodamente en "mi escritorio" de la cocina, sentadita en mi banqueta, mate en mano y cigarrillos a mano, y me dispuse a dibujar algo abstracto (en realidad lo copié).
Pronto comencé a darle color.
Tomé un violeta que tenía punta, empecé a colorear, pero el grafo se movía. Se lo quité y volví a sacarle punta. El grafo seguía moviéndose. Obviamente el grafo está quebrado. Así me pasó con el azul, el verde, el rojo y el anaranjado. ¡Todos quebrados!
Cuando comencé a pintar, hace ya seis años, compré acrílicos, óleos y lápices de colores. Recuerdo que compré lápices buenos para mí, y otros no tan buenos para mis cachorros.
Un día nos habíamos puesto a pintar y los lápices de los niños me resultaron duros, feos, así que traje los míos y se los presté. En alguna ocasión que estaba solo Luli, pintaba con los míos. ¡Era nuestro secreto!
Pero un día, no recuerdo exactamente cuándo fue eso, me dijeron: Iaia, ¿nos prestás tus colores que pintan más lindo? Por supuesto que les dije que sí, pero que no los tiraran al piso pues se les rompía el grafo. A partir de ese día, cuando quieren pintar, avisan: Iaia, vamos a agarrar tu cartuchera rosada. Y así es que tengo mis mejores lápices todos rotos.
Cada vez que debo sacar punta, ahora les saco por el culito del lápiz pues ahí aún están firmes, me río y recuerdo un cuento de cuando yo era chica.
Cuando me iba a pasar unos días a Montevideo, a la casa de mis tíos, yo dormía con mi primo. Antes de dormirnos leíamos los chistes de las Selecciones  Readers Digest y uno de esos chistes afloró a mi memoria, justo el día en que decidí prestarles mis colores a los gurisitos. Y así como les presto los colores, también lo hago con ropa y zapatos para que se disfracen y nos regalen sus obras de teatro.
El chiste en cuestión decía más o menos así: Una abuela y su nieta estaban juntas, conversando.
-Abuelita, ¡qué hermoso es tu collar!, dice la niña. ¿Me lo regalas?
A lo que la abuela le respondió:
-El día que me muera, el collar será tuyo, mi amor.
Ante esta respuesta, la niña preguntó:
-¿Y te morirás pronto, abuelita?
Así fue que decidí que mis nietos no tendrán que esperar a que yo muera para disfrutar de mis cosas. Los lápices se compran, la ropa se lava, el desorden no me molesta, además siempre hay tiempo para ordenar.
Lo único que guardo un poquito son los perfumes, aunque dos por tres sé que los encuentran y los usan con ganas.
¡Me encanta!
Y sí… ¡Que me usen la vida!

ilargiluna
1/7/2022

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